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Capítulo Tres

Nido de Dragones

Dormí sin soñar y desperté sin haber descansado. Para ser honesto, esperaba que todo hubiera sido un producto de mi imaginación y que despertaría en mi cama esperando al mago que me iba a examinar, pero no. Todo fue muy real, Syre, mi escape, Iamos y su rechazo, todo en verdad había pasado. No me tomó más de un segundo darme cuenta de esto.

—¿Ya despertaste? Bien. Voy a necesitar tu ayuda con esto. — Iamos estaba tratando de amarrar dos troncos juntos con una cuerda. —¡Vamos! ¡No te quedes ahí y ayúdame! — dijo casi molesto.

—¿Qué está tratando de hacer? — Pregunté genuinamente extrañado por los recientes acontecimientos mientras tomaba con una mano un extremo de la cuerda que Iamos estaba sujetando. —¿Y qué le pasó a la cueva en la que estábamos? — al parecer estábamos en el exterior, no había piedras que bloquearan la luz del sol.

—¿Qué te parece? Estoy haciendo una balsa. Solo necesito amarrar esto y…— Iamos amarró los dos troncos uno al lado de otro y después los unió con otros ocho ordenados de la misma manera. —Listo, ya está. — ¿Para qué necesitábamos una balsa? Creo que Iamos efectivamente está perdiendo su cordura como dijo anoche. A menos que…

Miré a mi alrededor y estábamos rodeados de agua. —La cueva de anoche no era una cueva natural, era una formación que hice con mi magia, cuando salió el sol la deshice. Y el lugar en el que hice la cueva era, al parecer, una isla errante. Qué graciosa es la vida, ¿no? ¡BUAJAJAJA! — dijo Iamos tratando de parecer libre de preocupaciones.

Las islas errantes son pequeñas formaciones de tierra, de no más de cien por cien metros. El archipiélago de Lonrok es considerado uno de los continentes más seguros del mundo debido a este fenómeno. El archipiélago está formado por una isla grande, el continente principal; catorce islas pequeñas, las llamadas barreras; y varios miles de islas errantes. La razón por la que es considerado un lugar muy seguro yace en el movimiento de las islas. Son tantas y tan impredecibles que cualquier barco que quiera entrar a la isla principal se ve encallado en una o varias de estas islas, en el mejor de los casos. Lo que usualmente pasa es que una isla errante golpea el casco de la nave y se hunde en el océano. Las costas del archipiélago están plagadas de tesoros para aquellos valientes que osen explorarlas, pero ni los nativos pueden predecir estos movimientos. La única entrada y salida segura del continente es el paso del dragón. Varias formaciones de roca volcánica impiden el paso de las islas errantes en el tramo del mar que conecta la isla central con una de las barreras; de ahí es un trayecto de tres días al puerto más cercano libre de islas errantes.

—¿Y dónde estamos ahora? — Le pregunté al mago decrépito que había salvado mi vida. No sé por qué, pero había recuperado gran parte de mi ánimo, aunque aún estaba un poco deprimido por mi inalcanzable ambición de ser un mago.

—Pues, de hecho, tuve muy buena suerte en el movimiento de esta isla. Tú, por el otro lado, no tanto…— dijo mientras sonreía un poco avergonzado. — Ya sé que te dije que te regresaría a tu padre, pero también te mencioné que deserté de la corte real del reino, ¿no? Pues la razón por la que seguía en estas desoladas islas es que no puedo usar hechizos con mucho consumo por mi edad y salud, por lo que no había sido capaz de superar los puntos de inspección del ejército para llegar al puerto del paso del dragón. Pero quién diría, ¡Ya estamos aquí! Bueno, a un día caminando. ¡pero ya CASI estamos ahí! — Iamos pareció renunciar temporalmente a su júbilo y me volteó a ver, con una sonrisa nuevamente avergonzada. —Las tierras de tu padre están a varias semanas de camino aún en carreta. La conveniencia de las islas errantes es increíble si sabes a dónde se dirigen, pero también pueden ser traicioneras y malas bromistas, como seguramente te parecen a ti. — Se rascó la cabeza mientras terminaba de hablar.

—No importa, también me conviene a mí. No planeo regresar nunca con mi padre. Voy a seguir intentando hasta encontrar la manera de volverme un mago. Se lo prometí a mamá y yo siempre cumplo mis promesas. — dije con más seguridad de la que realmente sentía.

—Oh, ¿en serio? —Iamos me volteó a ver con una mirada desafiante y una sonrisa maliciosa. —En fin, esta es nuestra parada. Sube. —Iamos colocó la balsa en el agua y me indicó con su mano que me acercara mientras hablaba. Ya que estaba arriba, me volteó a ver y me sonrió. —Agárrate a algo, niño, esto se va a poner un poco movido. —Instintivamente enterré mis uñas en la madera mientras buscada algo a lo que aferrarme antes de encontrar una cuerda. —Entleh Vimfa— Después de que Iamos dijo esas palabras, el viento aumentó en intensidad, pero solo lo suficiente para movernos a la dirección donde se encontraba el continente. Dos minutos después llegamos a la costa.

—¿Qué fue eso? — pregunté, aún muy mareado.

—¿Quieres ser un mago y no reconoces un hechizo? Me decepcionas, chico. — dijo con una sonrisa de burla.

—Claro que sé que fue un hechizo, pero, ¿qué fue eso que dijiste antes de que el viento cobrara más fuerza? No sonaba a ningún idioma que conociera…— Mi rostro de desconcierto debió de haber sido tan aparente, que Iamos no tuvo más opción que reír.

—¡JAJAJA! ¡Cierto! Eres un aspirante a mago, no uno en formación. Ese fue el lenguaje Drah'khn, es el idioma usado por todos los magos, pero no le digas a nadie que te lo conté, ¿sí? Las academias y organizaciones mágicas en general son muy celosas de sus secretos. Aunque les pertenece a todos los magos, el lenguaje Drah'khn es uno de esos secretos. Lo que dije se traduce literalmente a "tornado amable", es uno de los hechizos que poseo que no me gasta mucha cantidad de mana. — dijo mientras bajábamos de la balsa. Frente a nosotros había diez metros de arena y el resto era prácticamente un mar de rocas. Algunas grandes como una casa, otras del tamaño de una uña. Algunas de ellas se veían muy filosas, sin duda iba a ser difícil pasar por aquí. El rostro de Iamos se puso serio al ver el páramo de rocas frente a nosotros. —Ten cuidado, Zekke. — dijo con una mirada solemne. —Este lugar es más peligroso de lo que esperaba. Hay una razón por la que no ponen puestos de avanzada o patrullas en esta zona, después de todo. Nadie en su sano juicio cruzaría solo por aquí. —

—¿A qué se refiere? — pregunté un poco espantado, bastante espantado. Que un mago de rango gran maestro diga que un lugar es peligroso es suficiente prueba para mí de que no debería de estar aquí.

—Hay una razón por la que esta zona se llama el paso del dragón, niño. Esta zona completa es su hogar. — dijo Iamos con una mirada seria.

—¿Eso? — dije en tono de burla casi riendo. —Las especies de dragones que viven en este continente son los dragones salamandra, los dragones rojos, los dragones tormenta y los dragones negros. El más peligroso es el dragón negro, pero un adulto solo tiene el nivel de un mago de diamante. Si estuviera yo solo no tendría oportunidad, pero con usted aquí no pasa nada…— dije despreocupado.

—Ya te dije que no estoy al cien por ciento, niño. Tengo la certeza de poder derrotar a dos dragones negros, pero si nos atacan de tres o más, no estoy seguro de poder defenderte. Aunque siendo honestos no creo que nos encontremos con ninguno de ellos. Este territorio sirve como incubadora para los dragones, por lo que usualmente no hay más de dos o tres dragones adultos en todo el terreno. Cuando maduran dejan este lugar y emigran a sus respectivos hábitats. — dijo solemnemente mientras miraba a su alrededor.

—No se preocupe, señor. Yo confío plenamente en usted. — tomé una piedra del tamaño de mi puño del suelo, la arrojaba unos quince centímetros al aire y luego la atrapaba con la misma mano como señal de confianza. —Estamos cerca del puerto y usted conoce la zona. No hay nada que temer…— mientras dije esto arrojé la piedra con la que estaba jugando hacía el campo de rocas.

—¡ESPERA! ¡NO! — Iamos me gritó, pero era demasiado tarde.

"WROOOOOAAAAR"

El sonido hizo que la piel se me erizara. Me quedé paralizado, no podía moverme ni pensar. Solo volteé a ver a Iamos que venía corriendo hacia mi mientras movía sus labios, pero no pude entender nada de lo que decía. Veía sus manos brillar, un hechizo. ¿Estaba preparando un hechizo? Si, pero no solo eso, lo estaba dirigiendo hacia mí. ¿Por qué? ¿Iamos iba a matarme? Lo dudo, podría haberlo hecho en cualquier otro momento o simplemente no haberme salvado. Entonces, ¿Por qué?...

"FUSH"

Sentí como si algo me empujara hacia adelante, pero no con la suficiente fuerza para hacerme perder el equilibro. Cuando abrí los ojos, vi una roca roja frente a mí, saliendo de mi abdomen. ¿Me arrojaron una piedra? Mientras me preguntaba eso me di cuenta de que no podía mover ninguna parte de mi cuerpo más que mi cabeza, y eso con mucha dificultad. Volteé a ver a Iamos. Tenía puesta una mirada muy seria y sus labios denotaban enojo. Yo podía ver todo lo que sucedía a mi alrededor, pero nada de eso importaba ya. Estaba muerto. Muerto antes de siquiera comenzar a vivir. Mis ojos se llenaron de lágrimas al llegar a esta conclusión. —¿Maestro Iamos? — fue lo único que pude decir antes de escuchar un rugido mucho más estruendoso al anterior, acto seguido la roca que me estaba atravesando se movió y me arrojó a varios metros de distancia de donde se encontraba. En ese momento pude ver claramente que había sucedido. Nadie me había arrojado una roca, era uno de los cuernos de un dragón negro; dragón que ahora se estaba enfrentando a Iamos.

Me encantaría ver su pelea, una buena manera de pasar tus últimos momentos. Viendo a dos existencias que sobrepasan la lógica enfrentarse. Solo alcancé a ver un rayo de luz negra enfrentarse a una flama negra y una silueta acercándose a mí. Todo estaba muy borroso, no podía ver bien. La sensación cálida que había dejado mi sangre al escapar de mi a borbotones había desaparecido. En su lugar apareció un frío que me hacía temblar. Afortunadamente nada me dolía, pero ya sé qué pasa a continuación. Sujeté mi collar con la única mano que me hacía relativo caso y dejé de temblar. El frío desapareció y exhalé por un largo tiempo. Mis trataban de enfocar a la figura que estaba moviéndose hacia mí, pero se cerraron antes de ver el resultado del enfrentamiento.