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Una brisa cálida recorría mis mejillas, el aire era fresco y se podía escuchar como las ramas de los árboles bailaban junto al viento. El sol brillaba a lo alto del cielo, iluminando todo a su paso. Éste lugar me traía paz, una paz que hace mucho no tenía y que necesitaba con ansias. 

El sonido de los pájaros cantando y volando de un lugar a otro me hacían disfrutar más el momento, toda la naturaleza que me rodeaba me parecía sorprendente. 

Estaba descalza y podía sentir el frío pasto bajo mis pies, podía sentir la energía que la tierra me transmitía y la humedad que brotaba de ella.

Miraba a los alrededores y veía el centro de la ciudad ahí, estaba en medio de uno de los parques centrales de Londres, sólo que en esta ocasión había algo diferente, había algo que no era muy normal de ver y es que no había ni una sola persona por ahí, no habían autos, ni ciclistas, ni personas paseando a sus mascotas por todo el lugar. Sólo éramos la naturaleza y yo, nadie más.