Joseph salió disparado hacia un muro del coliseo con extrema fuerza, incluso lo agrietó, sentía como sus huesos estaban en su límite, la sangre caía por su nariz, boca y cortes. Akala lo miró con sus puños ensangrentados.
— ¿Estás seguro de esto, Joseph? — preguntó ella. — ¿No crees que esto es demasiado extremo?
— ¡Cállate! — gritó molesto intentando levantarse. — ¡T-Tengo que ser más fuerte para vencer a Raquel y Richard! ¡N-No dejaré que m-me ganen otra vez! — dijo intentando atacar a Akala, pero sus movimientos eran muy lentos, Akala solo los bloqueaba sin mayor esfuerzo.
— Joseph… — dijo antes de tomar su brazo, hacer un tiro de judo y someterlo contra el suelo. — Esta obsesión no es sana. Mírate, estás muy lastimado, si continúas, podrás morir, sigues siendo un medio humano.
— N-No me importa… S-Si quiero destruir el mal… t-tengo que hacerlo con t-toda mi fuerza. — dijo entre quejidos, intentó atacarla nuevamente, pero no pudo levantar su brazo.
— Joseph… Ven, vayamos con las demás. — dijo cargándolo sobre su hombro antes de tele transportarse al balneario, pero esta vez las aguas eran termales, Akala desvistió a Joseph y lo tiró al agua. Merfar apareció al lado de Akala.
— ¿Entrenamiento difícil? — preguntó Merfar a Akala.
— Siempre es así… todos los días, todo el día… — respondió Akala.
— Se parece a alguien que conocía hace mucho tiempo…
— Koda no era así…
— ¿Ah, no? ¿Recuerdas cuando le destrozaste cada uno de sus huesos solo porque se rehusaba a rendirse?
— Koda era muy testarudo… Jeje… Maldito niño mimado…
— En realidad, nosotras éramos las mimadas por él… siempre lo buscábamos para que nos diera consejos o para ayudarnos… — Joseph estaba en el agua, sus heridas se curaban rápidamente. Entonces alguien se tiró al agua, cuando menos esperaban vieron a Mona nadando con tranquilidad, saltó del agua y cayó cerca de la orilla frente a sus tías.
— ¡Tachán! — exclamó ella haciendo una pose de gimnasta… totalmente desnuda. — ¿Qué les pareció, tías?
— Mona… mira detrás de ti… — dijo Merfar. Mona volteó y vio a Joseph, él estaba muy rojo, Mona soltó un chillido antes de materializar una toalla y cubrirse.
— ¡L-Lo siento! ¡N-No era mi intención! ¡P-Perdón! — gritó ella muy avergonzada y escondida detrás de Akala. Entonces Maya cayó al agua y salió a ma superficie, entonces notó a Joseph.
— Hey. — dijo Maya a Joseph. — ¿Disfrutas las vistas?
— Tranquilo, Joseph… solo tienes que acostumbrarte… — se dijo a sí mismo. — Esta va a ser tu futura vida… tranquilo y todo saldrá bien… — entonces sintió que Maya lo tocaba en la espalda.
— ¿Oh? ¿Avergonzado? — preguntó de forma coqueta.
— ¡Maya!
— ¡Jajaja! ¡Solo bromeo! — exclamó ella riendo. — ¡Solo juego contigo! El hecho que vaya a vivir con nosotras por el resto de la eternidad debe ser duro para un hombre.
— No tienes idea… el mero hecho de pensarlo me pone incómodo…
— ¿Cómo se lo tomó Sohee cuando supo eso? — preguntó Merfar entrando al agua.
— Está algo incomodada… por obvias razones. — él se quedó pensativo un rato. — Oigan… ¿Qué me pasará cuando muera?
— Revivirás aquí, con nosotras como un dios. — dijo Akala mientras entraba al agua con Mona y Merfar. — Pero ya no serás un humano o elfo. Tu cuerpo hará una cosa extraña con simbolismos y demás que determinarán tu físico en un futuro.
— ¿Simbolismos?
— Ya sabes, como las plantas en el cabello de Merfar que simbolizan la vida que nace de ella. O mis tatuajes que simbolizan las luchas en las que estaré. O incluso la marca de nacimiento de Mona en forma de reloj de arena.
— ¡Wow, wow, wow! — exclamó. — ¿Tatuajes? ¿Marcas de nacimiento?
— Sí, tengo esto — dijo levantándose y dándole la espalda a Joseph mostrando un tatuaje con forma de espada en su espalda y otro con fuego. — desde que era una niña. No sabía lo que era hasta que luché en mi primera guerra. Todas tenemos tatuajes de nacimiento o cuando despertamos nuestros poderes.
— ¿De verdad?
— Por eso tienes la estrella de Koda en tu frente, es algo de nacimiento y que no se puede cambiar.
— Oh… ya veo… — entonces Soria y Sara aparecieron en toallas.
— ¡Ya vinimos, dejen de molestar! — exclamó Soria molesta, entonces vio a Joseph. — ¡Oh, claro que no! ¡No pie…! — ya estaba en el agua, muy molesta, Sara solo disfrutaba.
— Esto… ya me parece muy mal en muchos sentidos. — dijo él. — ¿Son conscientes que soy un hombre?
— ¿Y tú que somos todas mucho mayores que tú? — preguntó Akala.
— Ustedes tienen un historial con la pedofilia.
— ¿Y como nos reproduciríamos? ¿Con Koda? Hay demasiados problemas que solucionar aquí. Y es muy problemático que algo así pase. — Leptice llegó y sin pena alguna entró al agua.
— Hola, ¿De qué hablan? — preguntó Leptice con una sonrisa forzada, pero Merfar salió del agua seguida por Akala. Soria, al ver que no debía seguir dentro, salió y Sara la siguió y las cuatro se fueron del lugar. Leptice solo dejó hundir su cabeza en el agua mientras Mona, Maya y Joseph la veían con pena.
— ¿Leptice? — preguntó él. — ¿Estás bien?
— Solo lo arruiné… No hay forma en que logre reivindicarme… todo lo que he hecho…
— Leptice… recuerda, tienes razón. Lo que hiciste fue algo horrible e imperdonable. Digo, ¡Usaste a tu hermano menor como un esclavo sexual! Pero… aún así intentas reivindicarte y eso es de admirar… de yo estar en tu posición… no sé lo que haría… De hecho, por ser hombre, es seguro que me hubiesen matado con solo acusarme de pedófilo.
— Madre, yo más que nadie sabe todo lo que hiciste… — dijo Mona. — Y debo admitir que me repugna la gran mayoría… pero… aún así, cuando Padre se dio cuenta… No nos repudió… nos cuidó e incluso nos dejó llamarlo "padre" y él nos llamaba "hijas" Hay algo bueno que hiciste, madre. Nos hiciste a nosotras.
— Yo siempre pensé lo mismo… — dijo Leptice. — una vez mi mente regresó a donde debía… me arrepentí de todo lo que pasó… pero de no haber pasado eso… nunca hubiera tenido hijas tan hermosas e increíbles. — Leptice miró a Joseph. — Joseph… yo…
— No hace falta, Leptice. — dijo él. — Yo… creo que ya lo dejé pasar… — comenzó a levantarse y tomó una toalla que estaba detrás de él. — Me tengo que ir. Tengo hambre y hoy Sohee preparará galletas.
— ¡Adiós! — exclamó Mona con una sonrisa antes que Joseph tomara su espada y se tele transportara.
Apareció en su cuarto donde comenzó a cambiarse, pero antes de ponerse la camisa se miró el cuerpo en un espejo. Las cicatrices de antes de descubrir sus poderes de dios, cortes, golpes, huesos rotos, e incluso después de sus poderes recibió palizas aún más fuertes que se curaron sin dejar cicatriz.
— ¿Ese… soy yo…? — se preguntó consternado. — Wow… Aguanté mucho… más de quince años de entrenamiento tanto de mi padre como… de… — dijo recordando los días en los que pasaba con Raquel de niño, esos momentos felices, fiestas, días de campo, entrenamiento… — Raquel… — miró el espejo antes de ponerse su camisa. Salió y fue al comedor donde se encontró a sus compañeros, Sohee estaba en la cocina horneando, Alister jugaba solitario, Sabrina y Peek jugaban.
— ¡Josh! ¡Ven, por favor! — exclamó Sohee. Joseph fue a la cocina y la vio preparando la masa. — Menos mal que viniste, ¿Me ayudas?
— ¡Claro! Ya tengo… experiencia… en hacer galletas.
— No me recuerdes aquello… es… vergonzoso… — dijo muy sonrojada. Joseph sonrió.
— Te ves tan hermosa cuando te avergüenzas. — dijo antes de darle un beso en la mejilla.
— ¡C-Cállate! — exclamó ella muy roja. Joseph comenzó a ayudarla.
— Oye… Sohee… Estaba pensando…
— ¿Mhmm?
— ¿Estás de acuerdo con este estilo de vida? ¿Dejar todo atrás?
— ¿A qué viene esa pregunta? Ya te la respondí. Ser Guardiana es lo mejor que me ha pasado. Te tengo a ti, a Peek, a mis amigos… No tengo ninguna queja. Adoro esta vida.
— Lo sé… pero…
— ¿Esa pregunta era para mí, o para ti? — preguntó mientras cortaba la masa en formas de animales.
— Creo… que para mí…
— ¡Awww! Cariño, si es por tu futuro con las diosas, no debes de preocuparte por eso.
— ¿"C-Cariño"? — preguntó muy rojo, cosa que Sohee notó.
— Me gusta cuando te avergüenzas… — se le acercó al oído. — Cariño. — Joseph casi que despedía humo. Sohee soltó una risita mientras él ponía las galletas en el horno. — Pero ya enserio, no te debes preocupar por eso, deja que las cosas sigan su curso. Eso hice yo… por eso no te maté cuando nos conocimos. Mi cuerpo me pedía que te matara en ese instante… pero mi corazón me dijo: "Déjalo vivir, en el futuro algo bueno pasará."
— Menos mal que lo escuchaste… — dijo poniendo su brazo alrededor del cuello de ella. — Pero… yo ya tengo un destino… esté listo o no… — Joseph se sentó en una silla y Sohee en su regazo. — ¿Desde cuando eres tan pequeña?
— ¡Oye! ¡Tengo estatura promedio!
— ¿Cuánto es eso?
— 1.65… ¡P-Pero tú mides dos metros! ¿¡Por qué!?
— Demasiado poder, mi cuerpo se tuvo que modificar para eso… eso explicaría mucho… — Joseph miró el suelo, pensativo. Sohee intentó reconfortarlo con un beso en la frente. — Sohee… Ya sabes mi futuro con las diosas… Y aún así me aceptas… Gracias…
— Yo sé que nunca me engañarías. Has tenido muchísimas amigas… demasiadas… Pero aún así yo fui tu primera novia… ¿Verdad?
— Ahora que lo mencionas… Creo que hubo alguien… Oh… ya me acuerdo… la primera niña en confesar sus sentimientos hacia mí… Mía.
— ¿La chica del rancho?
— Sí… yo tenía doce cuando ella se me "confesó", pero yo la rechacé por dos razones, uno: ella tenía siete. Y dos: porque creía en las palabras de mi madre… El no conseguir una pareja hasta tener mi vida asegurada… Ella… quedó devastada… supe por Carolina que Mía se puso a llorar toda la noche… Un mes después, Carolina murió… Ahí fue cuando Mía comenzó a distanciarse de mí… y yo de ella y Marcel. Ahora… me pregunto… ¿Qué hubiera pasado de haber dicho que sí? ¿Algo hubiera cambiado? ¿Mía… no estaría como está?
— Joseph. Eras joven, muy joven… Eso no iba a llevar a ninguna parte… Lamento si sueno muy dura con eso, pero es verdad.
— Lo sé… pero la pregunta sigue revolviendo mi cabeza…
— Josh… Ve con ella. Háblale, hazle saber que aún la aprecias, incluso si no es de una forma romántica, solo dile que quieres verla felíz. — dijo ella con firmeza mientras se levantaba.
— ¿S-Sohee? — preguntó él confundido.
— Joseph Kallen, tu mente se centra en un problema y luego se vuelve una obsesión, no quiero que este problema aumente y te perjudique. Ve ahora mismo a hablar con Mía. — dijo mirándolo a los ojos. Joseph sonrió, la tomó de la cintura, usó su fuerza de dios para levantarla del suelo hasta que ambos estuvieran a la altura del otro.
— Sohee Miracle, tu apellido no es en vano, eres un milagro. — dijo antes de besarla en los labios. Joseph fue a su cuarto, tomó su espada y se tele transportó a la entrada del rancho. Clavó su espada en el suelo y miró la sombra. — Es hora del baño. — dijo él mirando la sombra no muy alejada de su espada hacia el oeste.
Él comenzó a caminar hacia el bosque detrás de él. Continuó hasta llegar a una fuente con aguas poco profundas, ahí vio a Mía con su falda recogida mientras limpiaba a un caballo en el agua. Él respiró hondo y se acercó.
— Mía… — dijo él. La chica se estremeció al escucharlo, volteó y su expresión mostró un enojo candente.
— ¿Qué haces aquí, Joshy? — preguntó Mía molesta.
— Mía… yo… yo vengo a arreglar las cosas…
— ¿Arreglar las cosas? ¿¡Arreglar las cosas!? ¿¡Como vienes a verme a la cara cuando por tu culpa casi nos meten presos a mi apá y a mí!?
— Y-Yo sé…
— ¡Llegaron y nos apuntaron con lanzas como a lobos mientras destruían nuestro hogar buscándote! — ella volteó y continuó escurriendo al caballo. — No me importa que seas un Guardián o como sea… cada vez que me involucro contigo… Algo malo me pasa…
— Mía… escúchame, por favor.
— Primero mi corazón roto… luego la muerte de mi amá… ahora el que casi nos acusaran de traidores… — Joseph escuchó sollozos.
— Aún lo recuerdas… lo que ocurrió hace ocho años.
— Nueve exactamente… ocurrió hoy mismo hace nueve años… justo aquí… ¿Lo recuerdas?
Hace nueve años.
Joseph y Mía jugaban en el agua, se suponía que lavarían a uno de los potros, pero se distrajeron y comenzaron a jugar en el agua. Joseph y Mía se lanzaban cubetadas de agua hasta que se cansaron. Ahí fue cuando decidieron lavar a los potros como era pensado. Joseph cepillaba el pelaje de éstos mientras Mía le pasaba el jabón.
— Y así es como se limpia la crin de los potros. — dijo Joseph mientras cepillaba la crin de uno de ellos. — Tienes que asegurarte de vigilar las pezuñas pa' no tener riesgo de patadas. — Mía miraba con interés lo que Joseph hacía.
— J-Joseph… G-Gracias por enseñarme todo eso… — ella estaba un poco temblorosa. — O-O-Oye, Joshy… M-Me… Emmm… Me… ¡Me gustas! — Joseph dejó caer el cepillo al agua por lo sorpresivo que fue eso.
— ¿¡¿¡EH!?!?
— E-Es que eres muy amable y lindo… Y-Y quería que te casaras conmigo.
— M-Mía… tienes siete años y yo doce… además… no… no estoy listo… Lo siento, pero no puedo hacer eso…
— B-Bueno… — dijo con un tono ahogado y casi llorando.
— ¡Pero podemos seguir siendo mejores amigos! ¿No será eso mejor? Podremos seguir como si todo fuera normal.
— S-Sí…
Presente.
— Después de eso, me fui a mi casa a llorar… todos mis sentimientos hacia ti eran reales y lo siguieron siendo… esperaba cumplir dieciséis años antes volver a declararme a ti… Pero… tuviste que causar tantos problemas… Mi apá está enfermo… tengo que hacerme cargo del rancho por mí misma.
— ¿Marcel está enfermo?
— Hace dos años lo está. Pero obviamente tú no lo sabías, porque por supuesto que no lo sabías. Te alejaste de nosotros tras la muerte de mi amá…
— Yo tenía que entrenar, No podía saber eso… Pero mi madre también había enfermado.
— Lo sé, yo le enviaba algunas hierbas medicinales. Any era una mujer muy buena… ¿Quién hubiera dicho que era una elfo?
— Tu madre lo hubiera dicho. Ella es la única a parte de mi padre que sabía nuestra identidad.
— ¿De verdad? ¿Mi madre sabía eso…?
— Sí… tu madre lo supo todo ese tiempo, por eso mi madre siempre sentía que estaba en deuda con ella… — Joseph la miró, sacó algo de su pulsera, era un collar. Él se acercó a Mía y dejó el collar en el lomo del caballo antes de alejarse. Mía vio el colgante del collar, era una herradura.
— Este collar…
— El primer regalo de cumpleaños que obtuve de otra persona que no fuera mi familia… tú conocías mi suerte con las personas cuando era joven… sin amigos… solo ayudando a mi madre… pero tú llegaste con Carolina y me diste esto… Oro puro, comprobado… Te lo doy para que pagues las medicinas de tu padre… esta será la última vez que me entrometa en tu vida… lo siento.
— Joseph… Yo…
— No quieres hablarme o verme, lo sé… Solo quiero que sepas… que aún te veo como la hermana que nunca tuve… Y… yo también llegué a sentir algo por ti… pero la vida cambia… Yo ya tengo una vida formada como Guardián. Ya tengo casa, un equipo, una linda novia y una hija adoptiva. La vida tiene que continuar… y quiero que seas felíz… Por favor, quiero que seas una gran mujer, si consigues un buen esposo, mejor… Mándale saludos a Marcel de mi parte… — Joseph desenfundó su espada, pero antes de alzarla Mía le tiró una cubetada de agua.
— ¡Maldito! — exclamó ella llorando. — ¡Eres lo peor…!
— Lo sé… — dijo bajando la cabeza en tristeza. Entonces sintió que alguien lo abrazaba por el abdomen, era Mía, que por ser muy baja lo llegaba al abdomen.
— Al menos… discúlpate por abandonarnos… — dijo llorando. Joseph se arrodilló frente a Mía. — ¿P-Por qué eres tan grande…? N-Nunca te puedo ver a la cara… — dijo antes de abrazarlo nuevamente. Ella lloraba con fuerza, así que Joseph le correspondió el abrazo con cariño. — Te extrañé…
— Yo también… Lo siento por haberme ido… Los abandoné y te dejé sola… Se suponía que seríamos mejores amigos por siempre…
— Lo somos… — ambos se separaron. — Lamento… haber sido tan distante contigo… Es que… estaba asustada… molesta…
— Es comprensible, Mía. Si tu me hicieras lo mismo, yo hubiera actuado casi de la misma forma… — ambos guardaron silencio unos segundos. Joseph decidió ayudarla a limpiar el caballo. — Entonces… ¿Ya no tienes sentimientos hacia mí?
— No, creo que ya no… Pero sí escuché que estás en una relación ya hace un tiempo… Con una elfo. ¿Es la misma que trajiste hace tres meses?
— Sí.
— ¿Puedo saber su nombre? — Joseph se veía muy nervioso. — ¡Oh! ¡Vamos! ¡Quiero saber quién se robó a mi hermano de otra madre!
— Su nombre es Sohee… Sohee Mira…
— ¿¡Sohee Miracle!? ¿¡La princesa de los elfos!?
— Las noticias vuelan bastante rápido por aquí… Pero sí, nos conocimos en el bosque, nos hicimos amigos y ahora somos novios…
— ¡Antes dijiste que tenían una chamaca!
— Sí, su nombre es Peek y… literalmente cayó del cielo. Es una larga y complicada historia.
— Ya lo creo… ¿Así que es adoptada?
— Sí… La adopté y ahora es mi linda hijita…
— Wow… Has crecido mucho… antes solo eras un canijo que no quería nada con las mujeres y ahora ya tienes una familia… Me siento muy orgullosa de ti.
— Suenas como mi madre…
— Pero es cierto. — dijo antes de darle un beso en la mejilla. — Siempre fuiste alguien maduro… por eso te amaba…
— Ya veo… — terminaron de lavar al caballo. — Oye, ¿Cómo se encuentra Marcel?
— Estos días ha empeorado… no sé muy bien que hacer…
— Yo sí creo saber.
En la casa de Marcel y Mía, ambos estaban en shock total al ver a Merfar diagnosticando a Marcel. Joseph solo sonreía.
— Bien. — dijo Merfar. — Parece que fuiste infectado por un hongo tóxico. No morirás, pero si te costará curarte. Pero con las medicinas correctas, te curarás en nada de tiempo. — Merfar materializó una hoja de papel y un lápiz y comenzó a escribir algo. — Estas son las medicinas que puedes consultar, en Akena hay unas cuantas y no son tan caras. — dijo al darle el papel.
— Gracias, Merfar. De verdad. — dijo Joseph.
— No hay problema, Joseph. Si necesitas algo más, no dudes en llamarme. — dijo antes de desvanecerse.
— ¿Qué acaba de pasar? — preguntó Mía muy confundida.
— Pues resulta que soy el dios supremo… así que… Sí… Espero que les haya servido mucho.
— C-Claro…
— J-Joseph… — dijo Marcel. — Y-Yo no tengo el dinero para estas cosas…
— Oh, tranquilo, con solo… — estaba por terminar Joseph cuando sintió el tirón de Mía. La miró y la vio negando su cabeza mientras se aferraba al collar. — …Con solo esto — dijo sacando una bolsa con monedas de oro de su pulsera. — podrán comprar las medicinas. A menos que quieran que yo…
— ¡No! Ya has hecho lo suficiente. Gracias.
— No hay problema… — él miró por la ventana. — Bueno… creo que es hora de que me vaya.
— Bueno. Fue un placer volver a verte, muchacho.
— Igualmente. — Joseph salió, alzó su espada y se fue.
— Joseph, tu siempre serás mi primer amor… — dijo Mía en voz baja.