Una pareja estaba felizmente casada, una mujer y su esposo de cabello blanco vivían con calma hasta que su esposo comenzó a estudiar la magia de los elfos y la encontró fascinante, así que intentó replicarla, pero como un humano no podía hacer nada. Pero un día encontró un pequeño fragmento de una Gema Yuma, su poder se introdujo en él, causando un intenso dolor, pero así obtuvo una pequeña fracción de poder mágico.
Él usaba ese poder para ayudar a los suyos y junto a su esposa esperaban a un bebé. Pero un día las diosas intervinieron, alegando que el que él posea un fragmento de una Gema Yuma era demasiado peligroso.
El hechicero las confrontó, alegando que ellas debían dejarlo tener una gema completa para que pueda traer paz al mundo, pero ellas se negaron con el argumento de no ser seguro o innecesario.
El hechicero se enfureció y les dijo que si ellas hubieran hecho algo al respecto, talvez las cuatro razas no estarían tanto en guerra en Nueva Styma que los elfos evolucionaron para que su esperanza de vida ya no sea tan alta.
Las diosas se molestaron y decidieron acabar con él y, tras matarlo, se fueron, pero el poder de la gema lo protegió de la muerte y así su odio hacia las diosas comenzó.
El hechicero regresó con su esposa quien tenía el estómago muy hinchado y no le faltaba mucho para dar a luz, entonces, él cometió el error de acercar su bastón a ella, el bastón tenía la gema en la parte superior de éste y la misma comenzó a reaccionar, estelas de luz entraron al vientre de la madre, ella gritaba de dolor mientras sentía como su interior era desgarrado.
El hechicero alejó su bastón de ella, pero las cosas no mejoraron, sangre comenzó a salir de entre sus piernas, el hombre no tenía idea de que hacer, veía como su esposa agonizaba y para empeorar las cosas, estaba preocupado por el bebé, así que hizo lo único que podía hacer, intentó salvarla usando el poder de la gema, pero ella se negaba, quería que el bebé saliera.
El hechicero no tuvo de otra que hacer una cesárea de emergencia, se aseguró de sedar parcialmente a su esposa mientras con magia abría su vientre, él logró sacar a un bebé, un niño, el cual envolvió en una manta, pero entonces se dio cuenta que no era el único, también había una niña que también envolvió con una manta.
Él presentó a los gemelos a su esposa quien solo pudo sonreír débilmente y darles un beso a cada uno antes de morir por la pérdida de sangre.
Pasaron diez años. El hechicero cuidó de sus hijos por cinco años con normalidad, pero su dolor lo puso sobre las diosas, las culpó por haberle quitado a su esposa y comenzó a ver a sus hijos como armas, descubrió que sus hijos también eran capaces de usar ése poder, así que los entrenó por cinco años.
Un día, Bill, el hechicero, estaba en mitad del bosque con sus dos hijos, Billy, el mayor y Raquel, la menor, ambos tenían cabello blanco. Había una muy fuerte tormenta, ambos niños estaban desvestidos corriendo hacia la cima de una montaña donde Bill los esperaba.
Billy tenía una muy considerable ventaja por sobre su hermana, corrió entre las piedras hacia la cima. Raquel por otro lado, estaba muy cansada, hambrienta, adolorida y estaba muy débil. Ella estaba por las piedras cuando resbaló, se clavó una piedra muy afilada en la rodilla y luego cayó por la ladera. Rodó por varios metros hasta caer a la falda de la montaña con mucho dolor y llorando.
Un rayo silencioso impactó a su lado y vio a su padre ahí parado, mirándola con decepción. Pronto desapareció y reapareció con Billy y se fueron a su hogar.
Bill dejó a Raquel en su cama donde se vistió con un camisón mientras sus heridas se curaban. Billy solo la miraba con enojo y decepción.
— Raquel. — dijo Bill. Ella se estremeció. — ¿No puedes poner tu alma en esto? Es muy importante.
— L-Lo siento… — dijo ella llorando.
— ¡Deberías! ¡Por tu culpa es que no pude llegar a la cima! — exclamó Billy furioso.
— Tu hermano tiene razón. — dijo Bill. — Tú lo retrasas mucho y aunque tu resistencia física sea muy superior, eres débil en todos los otros sentidos.
— L-Lo siento… — Bill suspiró.
— Mañana continuaremos con el entrenamiento. Tengo que marcharme, Júnior queda a cargo.
— ¡Si, señor! — exclamó Billy antes que Bill desapareciera con un rayo silencioso. Billy volteó y vio a su hermanita cuyas heridas ya se curaron, Raquel notó la mirada de decepción de su hermano.
— ¿Q-Qué? — preguntó ella.
— Oh, tú sabes muy bien lo que pasa. ¡No eres más que un estorbo! ¡De no ser por ti, mi padre ya me hubiera elegido para ir al Reino de las Diosas y así robar una Gema Yuma completa! ¡Pero tuviste que venir y cagarla!
— Ni que sea mi culpa. Tú eres muy débil físicamente.
— La debilidad física no es nada contra la mente de un genio, hermanita.
— ¿Oh? ¿De verdad? Entonces hagamos un intento. — dijo poniéndose de pie. — Un uno contra uno, tú y yo. — dijo aparentando fortaleza.
— Quel, no quieres hacer esto. Tus piernas están temblando. — dijo observando y corroborando lo dicho. Raquel aceptó aquello, pero Billy corrió hacia ella y le dio un potente golpe en el estómago, dejándola en el suelo donde él comenzó a patearla y golpearla sin piedad hasta que él se aburrió. — Te lo dije, Quel. Eres débil.
Raquel quedó llorando en el suelo mientras sus dientes se regeneraban, sus heridas se sanaban y sus moretones desaparecían.
Pasaron cuatro años de duro entrenamiento hasta que un día, cuando iban corriendo por una cornisa. Bill los miraba desde el final de esta y ellos corrían hacia él evitando caer al abismo debajo de ellos.
Raquel iba a la delantera por haber aprovechado sus defensas y tomar un atajo peligroso y muy doloroso por unos arbustos, pero sus heridas la tenían debilitada. Entonces, ella resbaló y cayó, Bill vio como ella se sostuvo de la cornisa con todas sus fuerzas.
— ¡Billy! ¡Ayuda! — exclamó Raquel asustada. — ¡Por favor! — Billy solo se detuvo frente a ella. Raquel le sonrió esperanzada. — ¡Gracias! — exclamó llorando de felicidad. Entonces su sonrisa desapareció cuando vio como Billy comenzaba a patearla en los dedos. — ¿¡Que haces!? ¿¡Basta!?
— Ya no seré estorbado… ¡Finalmente ya no tendré que competir contra una niña estúpida como tú! — exclamó él mientras la pateaba con fuerza. Bill miraba aquello con sumo interés.
Billy pateaba con fuerza, pero la resistencia de Raquel le permitía aguantar, entonces, su mano derecha comenzó a moverse. No era solo su mano, pero el suelo también. La parte derecha de la cornisa colapsó con Billy poniendo su pie en la misma.
Raquel casi se caía, pero se sostuvo con fuerza. Billy se sostuvo de la pierna de su hermana, pero terminó cayendo y sosteniéndose de una rama. Raquel vio aquello, así que intentó subir, lo logró. Miró hacia abajo a su hermano aguantando como podía, Raquel no podía dejarlo ahí.
Ella saltó y se deslizó por la ladera mientras se sostenía de rocas que sobre salían hasta llegar a una roca lo suficientemente cerca del arbolito donde se sostenía Billy.
— ¡Billy! ¡Sostente! — exclamó Raquel intentando estirarse para sujetarlo, pero la roca no parecía estar muy sujeta a la montaña. — ¡Aguanta! ¡Ya voy!
— ¡H-Hermana! ¡A-Ayuda! — exclamó aterrado del abismo sin fondo debajo suyo. Raquel intentó llegar a él con su pie, pero la roca colapsó, pero Raquel logró impulsarse y se sujetó de otra roca más arriba. Ella miró a Billy que, además de estarse resbalando, el arbolito ya se iba arrancando de la pared.
— ¡S-Sostente, Billy! ¡Y-Ya voy por ti! — exclamó ella muy asustada de perder a su hermano. — ¡Aguanta! — Raquel miraba desesperadamente por todas partes a un lugar al cual apoyarse y sujetar a su hermano. Entonces encontró el sitio perfecto, una pequeña saliente sobre el arbolito donde se paró y luego se sostuvo con sus manos. — ¡Intenta alcanzar mi pie! ¡Sujétate! — Billy podía alcanzar el pie de su hermana y estaba por hacerlo cuando se le ocurrió tirarla al vacío una vez estuviera a salvo.
— ¡Ya voy! — exclamó antes de intentar alcanzar a su hermana.
Raquel se sentía aliviada de poder salvar a su hermano, pero él, una vez la tomó del tobillo, comenzó a trepar rápidamente e intentó patearle la cara a Raquel. Ella estaba confundida, le salvaba la vida a Billy y él la empujaba, Raquel se soltó y al verse en peligro, ella se sujetó del pantalón de Billy… ambos cayeron.
Bill apareció en el fondo del abismo y vio los dos cuerpos sin vida de Raquel y Billy, este último totalmente destruido. Bill acercó su bastón y de sus cuerpos salieron dos cristales muy particulares. Bill los miró con decepción e ira, luego miró los cadáveres, el de Raquel no estaba tan mal como el de Billy, así que se le ocurrió una idea.
— Como castigo, tendrán que aguantarse. — dijo Bill a los cristales, pero luego miró al de Billy. — Tú… No tenías que intentar matar a la competencia. Tu castigo será que solo cuando yo te lo ordene, vas a tomar posesión sobre el cuerpo de Raquel. — luego ambos cristales se unieron y entraron al cuerpo de Raquel.
Ella despertó en su cuarto, solo estaba Bill ahí parado. Raquel estaba aterrada pues solo recordaba haber fallado, pero Bill la abrazó, ella estaba muy confundida, nunca había sentido eso, un abrazo.
— Raquel, lo siento… — dijo Bill. — Fui un pésimo padre… y quiero que me perdones…
— ¿Qué? — preguntó ella muy confundida. Entonces Bill le abrió la puerta.
— Vete, huye lejos de aquí, busca una vida normal. Haz lo que tengas que hacer. Y ten esto. — dijo mostrando una bolsa con muchas monedas de oro. — Es una orden. — Raquel estaba confundida, pero cual perro entrenado fue por la bolsa y se fue de la casa. Bill sonrió al verla irse. — Eso es. Busca.
Raquel corrió por días hasta ser encontrada por unas personas que la llevaron a Akena. El lugar le era muy extraño e intimidante, nunca había visto tantas personas y sus habilidades sociales daban mucho que desear, pero de alguna forma logró conseguir una casa totalmente gratis… Obviamente no hubo ningún asesinato ni nada por el estilo.
Raquel vivía una, relativamente, buena vida en su casa y así estuvo por un año más hasta que, mientras regresaba de comprar algunas ropas y sábanas se encontró a una chica tirada en un callejón, estaba llorando, estaba desnuda y un desagradable olor a pescado la impregnaba. Raquel se le acercó.
— Oye, ¿Estás bien? — la chica se veía muy confundida y asustada. Raquel miró su ausencia de ropa, así que sacó una sabana de su bolsa y la cubrió con eso. — Ven conmigo, puedes confiar en mí.
La chica, de cabello oscuro que no parecía tener más de dieciséis, solo la miró asustada, pero luego accedió a ir con ella.
(Estos capítulo son muy, MUY, importantes para la trama, favor de leer y recordar. Gracias por su comprensión. No olviden comentar.)