Roberto se sorprendió al escuchar lo que le dijo el chico, pero no tuvo tiempo de preguntarle qué había dicho, ya que el camión se detuvo y se abrieron las puertas.
Rodrigo, es hora de que cambiemos; toma las llaves. — le dijo Luis, el chofer, mientras le entregaba las llaves a Roberto y lo levantaba para que se pudiera sentar en su lugar.
Cuando bajó, los demás cerraron la puerta. Roberto se quedó confundido por un momento, sin escuchar las bocinas de los coches detrás de él, hasta que un sujeto se acercó gritando: "¡Oye, imbécil! ¡No bloquees el paso!"
Roberto lo miró de reojo, causando que el sujeto se petrificara de miedo solo por ver sus ojos.
Roberto se giró y subió al camión, conduciéndolo y dejando pasar a todos los demás coches. La brisa del atardecer, sumada a la calma que sentía al manejar, lo hizo olvidar que estaba en medio de una misión.
Sin embargo, al cabo de unos minutos vio un retén de militares revisando coches e interrogando a algunas personas. En cuanto lo avistó, supo de inmediato que lo que sus "compañeros" querían era que lograra cruzar el retén sin ser revisado.
Se preguntó por qué el chofer cambiaría de lugar con un guardia, si ellos debían pagar. Era lo único en lo que pensaba mientras el camión avanzaba lentamente.
Un soldado, con una mirada penetrante, se acercó a la ventana del camión y le dijo: "Baja del coche, quítate la máscara y ten listos los documentos de siempre".
Roberto volvió a bajarse sin quitarse la máscara y, con los documentos en mano, esperó a que el soldado revisara la cabina. Por dentro, ya empezaba a aburrirse. El soldado se acercó con unas hojas y comenzó a revisar el vehículo, mientras le preguntaba:
— Rodrigo, ¿qué has hecho en estas semanas que no estuve?
Pero Roberto decidió permanecer en silencio, observando el sol que se ponía al norte. Con la brisa fresca que había, comenzó a sentirse cada vez más relajado.
De repente, una mano un poco más grande que el promedio intentó agarrarlo del cuello, pero Roberto la esquivó moviéndose a la derecha y luego agarró el brazo de la persona que intentó sujetarlo.
¿Qué quieres? — preguntó, derribando al suelo a su contrincante con un solo movimiento, aplicándole una llave sin usar mucha fuerza.
Sin embargo, se sorprendió al ver que era el soldado, ya que no tenía sentido que atacara a su aliado sin motivo aparente. El único gesto que el soldado hizo fue mirarlo con incredulidad, sin decir nada.