¡¿Qué tanto hablan?! ¡Apúrense a subir esas cajas que el General los necesita ya! —un grito salió del asiento del copiloto, dirigiéndose a los chicos que cargaban las cajas.
¿Quién eres tú? — Roberto se volteó para mirar hacia donde provenía la voz y vio a un encapuchado frente a él, apuntándole a la cabeza.
No te lo voy a decir dos veces, ¡¿quién eres?! — el encapuchado acercó más el arma a la frente de Roberto.
Sin decir nada, Roberto, con la mano derecha, agarró el arma y con la izquierda tomó del cuello al encapuchado, apretando con la suficiente fuerza para que este se desmayara y soltase el arma.
¡Rodrigo! ¿Dónde estás? — gritaron los chicos que estaban en el patio mientras se dirigían al interior del edificio.
Roberto arrastró al encapuchado hasta un baño, donde le quitó la ropa y se la puso, luego vistió al encapuchado con su propia vestimenta.
...
¡Ah! Rodrigo, aquí estás, ¡vámonos ya! —uno de los chicos le dijo a Roberto, quien aún llevaba el traje del encapuchado.
Roberto siguió a los chicos y luego se subió en la parte de atrás del camión, dispuesto a dirigirse hacia quien fuera el jefe de todos ellos.
En el camión, los chicos hablaban entre sí sobre lo que podría ocurrir a raíz del atentado: sus vidas, sus familias, y, sobre todo, comentaron durante casi todo el trayecto sobre la llegada del General del Sur; cada vez que lo mencionaban, se oía el asombro en sus voces.
Rodrigo, ¿qué piensas sobre el General del Sur? — uno de los chicos de repente le preguntó su opinión a Roberto, mientras otro lo observaba.
{¿Qué puedo decir? Creo que es el mejor, el más valiente y el más guapo soldado que existe en el mundo} — Roberto pensó eso, pero sabía que no podía expresarlo, ya que ellos eran criminales, y temía que si lo alababa demasiado pudieran enojarse.
Jajaja, Carlos, no lo molestes; ya sabes que a él no le gusta hablar mucho. — dijo el otro chico con una sonrisa, mientras continuaba conversando.
{Uff, estuvo cerca. ¿Quién diría que gracias a que ese tal Rodrigo no habla mucho, yo terminé siendo salvado?} — Roberto esbozó una sonrisa bajo la capucha.
––40 minutos después––
Mientras Roberto aguardaba pacientemente llegar a su destino, de repente el coche se detuvo. Aunque al principio creyó que ya habían llegado, el chófer anunció que se acercarían al primer retén.
Después de escuchar el aviso, Roberto se preguntó por qué les habían informado a ellos que estaban atrás; aunque se sintió confundido, no preguntó. En ese momento, uno de los chicos le dijo que se preparara para hablar con los militares.