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El Rey

¿Quién eres? — El policía agarró su pistola, listo para sacarla.

¿Qué pasa? Solo estoy usando el baño. —Roberto estaba confundido al ver la reacción del policía.

Este baño está prohibido para cualquiera en este edificio, excepto para los policías. —dijo el agente con tono grave.

¿Qué? Pero la recepcionista me dijo que podía venir a este baño cuando se lo pedí. — Roberto no podía creer que lo hubieran engañado.

Jajajajajaj — el compañero del policía comenzó a reírse.

Te pasaste de lanza, Juan. — dijo el otro, acercándose a Roberto y posando una mano en su hombro.

Tranquilo, aquí mi amigo es un bromista. No te preocupes, sí puedes usar este baño. — le dio unos golpecitos en el hombro a Roberto.

¡José, cómo arruinas las cosas! — Juan le gritó a su compañero por interrumpirlo.

¿Así que era una broma? — Roberto se mostró serio al preguntarles.

Sí, chico. — respondió José, aun riendo.

Jajajaja, ¡qué buena broma! Me la creí, jajajaja. — Roberto se tomó el estómago de tanto reír.

Bueno, chico, nosotros nos vamos. Hagas lo que hagas, hazlo bien. — dijo José mientras se retiraba junto a un Juan evidentemente enojado.

Claro que lo haré bien. — Roberto volvió a estar serio mientras susurraba, cerrando la puerta del cubículo.

Roberto se sentó sobre el retrete y sacó su celular para acceder a Delta, una base de datos militar que le permitía ver todo tipo de cámaras, ya fueran privadas o públicas.

Lo suponía: las cámaras no funcionaban. —Roberto no se sorprendió al ver que el día y la hora en que ocurrió el secuestro no había ningún registro.

Se propuso averiguar quién estaba detrás de todo esto; así que siguió investigando, adentrándose en archivos, antiguas grabaciones, el celular del Ministro de Defensa y más.

Gracias a que el Ministro había recibido mensajes de extorsión de un número desconocido, Roberto pudo dar con una dirección no muy lejos de allí.

(En la Calle 15)

Cuando Roberto llegó a la dirección, se sorprendió al notar que el edificio que tenía enfrente parecía abandonado y que el entorno contrastaba con el resto de la ciudad.

Dentro del edificio no había nada sorprendente, solo escombros y paredes graffitiadas o manchadas. Sin embargo, cuando estaba a punto de llegar al patio, escuchó unas voces.

No puedo creer que el Rey haya matado al Ministro de Defensa. — escuchó Roberto mientras se ocultaba detrás de la puerta que daba al patio.

Bueno, en realidad fue una advertencia, ya que el gobierno se estaba metiendo en los negocios. — respondió una de las voces. Roberto se asomó y pudo ver cómo aquellos que hablaban cargaban cajas a un camión.