(Pasado)
Fleur apenas podía leer las letras en aquel pequeño libro infantil.
Estaba demasiado nerviosa por la insistente mirada de su padre que las letras parecían transformarse ante sus ojos, volviendo las palabras que salían de su boca completamente incoherentes.
"Adelita no se siente muy bien, ha orea…do unas gal...ticas... y…"
"Abuelita no se siente muy bien, he horneado unas galletitas." Corrigió su padre de manera brusca "Otra vez."
Fleur se sobresaltó por la dura y áspera voz de este mismo e inmediatamente bajó la cabeza hacia el libro. Sin embargo, no leyó.
Temía equivocarse nuevamente y agregar una hora más parada leyendo cuando fácilmente llevaba unas 3 horas ahí porque no paraba de equivocarse.
'Pero cuando estoy sola no lo hago tan mal como ahora'
Fleur sintió que era injusto, la forma en que su padre la trataba y todo ese tenso silencio en la habitación donde solo se escuchaba su voz, le estaba generando nervios desmedidos.
Su vista subió a la figura de su padre y sin darse cuenta conectaron miradas.
"¿Estás sorda o eres tonta? Léelo otra vez."
Ella se estremeció.
"Abuelita no se siente muy bien, he… hor...neado unas galletitas y… quiero que tú... se las… ¿llaves…?"
Entonces Fleur levantó la mirada del libro y...
Paf.
Su cabeza se volteó por la fuerza del impacto.
Rápidamente se giró y miró con ojos llorosos a su padre, quien sostenía un rollo de periódico en su mano, probablemente se trataba del objeto con el que la había golpeado.
"¿Eres una retrasada mental o por qué no lees bien? A ver si con eso te ayudo a mejorar tu vista, lee otra vez."
Su padre le mostró el periódico como promesa de un futuro golpe.
Al ver el periódico, Fleur no aguantó más y se echó a llorar.
"BUAAA."
"No llores."
"BUAAA."
"Cállate…"
"BUAAA."
"Si no te callas, prometo que te daré una muy buena razón para que llores…"
"BUAAAAAAAAAA."
Fleur se sobresaltó al ver a su padre levantar el rollo de periódico para asestar otro golpe.
"Cariño, debe estar cansada, ya pasan de las doce de la mañana y todos necesitamos dormir."
La madre de Fleur puso su mano sobre el hombro de su padre para tranquilizarlo, pero este la apartó cabreado.
"No te metas, Beatrice."
La madre de Fleur lo miró boquiabierta.
"¿Que no me meta, dices…? ¿A quién crees que le estás hablando de esa manera?"
El cuerpo de su padre se estremeció al escuchar la voz de su esposa.
"Ah... Beatrice…"
Esta le arrebató el rollo de periódico de la mano y comenzó a asestarle una racha de golpes.
"Son las doce de la mañana."
Golpe.
"Estoy tan cansada porque me la pasé corriendo todo el maldito día."
Golpe.
"Mañana tenemos que trabajar desde la mañana."
Golpe.
"Y tú no paras de atormentar a nuestra hija de 8 años ¡Porque no lee como una de 14!"
El último golpe se aseguró de asestarlo fuerte en la cabeza.
"Argh, ¡Beatrice!"
"¡¿Qué?!"
Su padre levantó ambas manos en señal de rendición.
"¡Está bien! ¿Escuchaste?"
Su padre la miró molesto y luego, finalmente, se dirigió a su hija y agregó a regañadientes.
"Continuaremos mañana."
Su madre asintió satisfecha y luego de lanzar el rollo de periódico al sillón, se apresuró a acercarse a Fleur.
Una vez frente a ella se arrodilló para quedar a su altura y besó dulcemente su frente.
Hic, sniff, sniff.
El hipo y el sonido de su nariz era persistente.
"Fleur, ve a descansar, cielo. Ya es demasiado tarde, mañana es martes y tienes escuela."
Fleur que asintió lento, trató de alejarse rápido antes de que su padre se arrepintiera.
"Fleur..."
Fleur que se detuvo súbitamente al ser llamada por su padre, lo miró por encima de sus hombros.
"Duérmete."
Una mirada recelosa se sembró en su rostro mientras se retiraba
"¡Porque si entro y te encuentro haciendo cualquier otra cosa menos dormir, retomaremos lo que dejamos aquí! ¡¿Me escuchaste?"
"¡Joel!"
¡Plam!
Fleur azotó la puerta de su habitación al entrar.
Al recargarse en la puerta, cayó en cuenta que aún sostenía el libro en sus manos.
"Caperucita roja."
Leyó mientras que con la otra mano libre se tocó la mejilla. Estaba muy roja y algo hinchada, sin mencionar que aún le dolía terrible.
Dudó por unos instantes, pero finalmente se decidió por abrir el libro.
"Érase una vez una creció… tonta."
Se insultó al darse cuenta de que se había equivocado
"...una preciosa niña que llevaba siempre una... ca...pucha para pro...meterse del frío, argh tonta, tonta PROTEGERSE del frío."
Y así continuó, se insultaba cada vez que se equivocaba y suspiraba cuando terminaba una página, al menos así fue hasta terminar el cuento.
Esa noche Fleur durmió satisfecha consigo misma.
Si el día de mañana su padre decidiera continuar con ello, al menos ya habría practicado.
Pero al despertar en la mañana, Fleur notó que se encontraba en un lugar diferente, esa no era su habitación, es decir, se encontraba en una habitación, pero no era la suya.
La habitación era bastante simple y no tenía nada con lo qué decir que pertenecía a alguien.
No había fotos, posters, ni nada personal. Solo una cama, un armario, un buró, una silla y un escritorio.
Fleur se levantó de la cama y atravesó la habitación hacia la puerta.
Tomó la manija y abrió la puerta cuidadosamente.
Su cuerpo temblaba de miedo y tenía el corazón golpeando fuertemente contra su pecho.
Lo que había del otro lado resultaba desconocido para ella y eso le aterraba. No sabía si al cruzar la puerta se encontraría cara a cara con sus secuestradores.
Cuando salió, Fleur cayó en cuenta que podía estar en una cabaña.
El lugar era demasiado pequeño.
La cocina y la sala se encontraba juntas así que logró ver la espalda de una mujer de cabello castaño en la cocina.
"¿M-mamá…?"
La mujer se giró sorprendida.
"¡Oh, Dios! Me asustaste"
El estómago de Fleur se contrajo al darse cuenta de que la mujer en la cocina no era su madre.
"¿Por qué la cara asustada? ¡Toma asiento!"
La mujer le dedicó una ancha y reluciente sonrisa mientras señalaba una silla del comedor.
A Fleur le aterrorizó pensar que si hacía algo que a la mujer. Que podría estar loca. No le parecía, le haría daño. Así que obedientemente se sentó donde le señaló.
Mientras la mujer cocinaba tranquilamente, Fleur echó un vistazo a su alrededor en busca de un teléfono o algo que pudiera decirle dónde estaba.
Había un reloj detrás de ella, justo a lado de una vitrina con una vajilla vieja, cuyas manecillas marcaban las 9 en punto.
Gracias a una ventana junto a la cocina, pudo ver que había demasiados árboles, seguramente se encontraba en un bosque.
En el anterior cuarto había un tragaluz en lugar de una ventana, así que no lo sabría.
El lugar tenía cosas comunes, alacenas de comida, un sillón, un librero y demás. Todo poco relevante.
"Hija mía." La mujer llamó la atención de Fleur en tono meloso. "Abuelita no se siente muy bien, así que he horneado algunos pasteles y galletas."
"¿Qué?"
Fleur estaba atónita.
"Quisiera que tú se las llevaras."
Trató de procesar lo que había oído. La frase era algo diferente, pero en definitiva era la misma a la que había leído en el cuento.
La mujer colocó una cesta sobre la mesa y sonrió dulcemente mientras sacaba algo que le heló la sangre a Fleur.
"¿Hmm? ¿Caperucita?"
Su vista se había detenido en una brillante capa roja que la mujer sostenía entre sus manos.
"¿Eso es mío?" Preguntó Fleur, causando que la mujer a mirara extrañada.
"Pero ¿Qué dices? ¡Si es la capa que te hizo tu abuela! No hay otra como esta."
Fleur contempló en silencio la capa por unos minutos mientras reunía el coraje necesario para hablarle a la cara.
'Entonces ¿Es esto un sueño?'
"¿No puedo quedarme en casa…? No me siento muy bien."
Fleur fingió toser y trató de poner una cara enferma. Era la misma expresión que usaba cuando quería pasar de asistir a la visita de todos los domingos en la casa de la tía Susan.
Aún si era un sueño no quería tener que enfrentarse al lobo sola, por lo que trató de lucirse en su actuación.
"Pero ¡¿Qué dices, hija?! ¿Cómo podrías dejar a tu abuela sola ahora que está enferma? No puedo creerlo, yo no te crié de esa manera." La madre de Caperucita habló con un tono de desaprobación.
'Espera… ¿No solo está tratando de hacerme sentir mal, sino que también acaba de ignorar mi falsa enfermedad?'
Fleur la miró indignada.
Cuando tu hijo te dice que se siente mal, así no le creas, te preocupas mínimamente y le preguntas qué siente.
No obstante, esa señora había pasado completamente de lo que le había dicho y seguía insistiendo con que fuera.
Ni siquiera sus padres le permitían salir a la tienda que quedaba a dos calles de su casa por miedo a que algo malo pudiera sucederle y esa señora quería que cruzara todo un bosque completamente sola ¡JA!
'Si tanto quieres a alguien con la abuela, ¡¿Por qué no vas tú misma?!'
Fleur abrió la boca para decirle justamente todo lo que pensaba, pero no salió nada.
No porque fuera difícil decírselo, fue porque su boca parecía sellarse de imprevisto. Como si alguien le hubiera colocado una cinta adhesiva en ella o puesto pegamento.
La madre de Caperucita comenzó a llorar.
"Caperucita, ¿Acaso tú… no amas a tu abuela…?"
En esos momentos, Fleur se levantó de la silla precipitadamente y golpeó la mesa con sus manos.
Fue demasiado extraño, su cuerpo actuó como si fuera un impulso, pero no pareció darse cuenta ya que estaba demasiado ocupada tratando de defenderse.
"¡¿Cómo puede decir eso, madre?! ¡Iré! Porque yo amo a mi abuela más que a nada en este mundo."
Entonces se llevó las manos a la boca incrédula.
'Yo no fui quien dijo eso'
"¡Oh, Caperucita!" Exclamó la madre de Caperucita conmovida al mismo tiempo que la envolvía en un abrazo.
"¡No!" Dijo Fleur que estaba molesta y rápidamente mientras la alejaba agregó. "No pienso salir…"
'… de esta casa. No quiero'
Nuevamente su boca se cerró y las palabras se negaron a salir.
"¿Hija?"
La madre de Caperucita la miró preocupada.
Fleur frunció el ceño. Cada vez que intentaba decir lo que pensaba, su boca se negaba a hablar.
Esta situación le estaba desesperando.
'Tal vez mi cerebro quiere que siga con la historia'
Entonces suspiró. Parecía lo más lógico.
"Solo digo que… no quiero ir sola."
Por alguna extraña razón sí había podido decir eso.
La madre de Caperucita la miró y pareció reflexionar por unos momentos.
"¿Quieres que te acompañe…?" Preguntó de manera lenta como si la sola idea nunca hubiese cruzado por su cabeza.
"Eh… sí, claro, porque eres mi… mamá, supongo."
Tenía la esperanza de que, si agregaba "mamá." a la frase, podría aumentar las posibilidades de que aceptara.
"Juntas porque soy tu madre…"
Parecía estar asimilando esas palabras. Seguido frunció el ceño mientras la miraba
"Sí, yo soy tu madre."
Fue como si hubiese hecho un gran descubrimiento.
Fleur la miró incrédula.
'¡¿Hasta ahora nunca habías visto a Caperucita como tu hija?! Nunca te perdonaré ¡No mereces llamarte madre! ¿Y sabes qué? Iré sola. Sí ¡No te necesito!'
Fleur que se encontraba nerviosa, tomó con cautela la canasta. Estaba a punto de intentar marcharse cuando la mujer se levantó y caminó hacia ella con aire decidido.
"Iremos juntas."
'Gracias, señor dios por no haberme permitido hacer algo tonto'
Un suspiro de alivio salió de ella.
La mujer sacó otra canasta y dentro colocó más comida y medicinas.
"¡Bien! Solo nos falta..."
Entonces, se dio media vuelta hacia Fleur.
Esta se puso tensa y nerviosa al verla acercarse tanto a ella.
Fleur que comenzó a sentirse inquieta, cerró los ojos asustada al advertir que no paraba de acercarse. A su parecer, la mujer ya había invadido demasiado su espacio personal.
Su cuerpo se sobresaltó al notar un leve roce sobre sus hombros y un peso ligero siendo colocado sobre ellos.
"Ya casi estamos listas."
"¿Qué es?" Inquirió Fleur interesada.
"Ya tienes unos pequeños hoyos en tu hombro derecho, así que cuando lleguemos con tu abuela los coseré."
Cuando Fleur abrió los ojos, sus mejillas se enrojecieron. ¡Estaba portando la hermosa y brillante capa de Caperucita!
'Bien, pero aún no te perdono por lo de antes'