El pesado frío de la madrugada ya comenzaba a sentirse.
En aquella noche, se escuchó el rugido del viento, el rápido sonido de las patas del caballo al golpear el suelo y el sonido de las ramas y hojas de los árboles al chocar violentamente.
Fueron algunas horas, pero finalmente logró llegar a la mansión sin ningún inconveniente.
Con ayuda de algunos sirvientes, instaló a la chica en una habitación cálida.
Justo cuando Azriel salió de la habitación, su camino fue obstruido por el mayordomo quien agachaba la cabeza a una inclinación de 45° por al menos unos 7 segundos.
"Señor, disculpe la interrupción, pero me temo que el sirviente encargado de contactar al médico cometió un error y la doctora más cercana está a 5 días de distancia."
"¿Desea que llame al doctor de la familia en su lugar?"
'¿Tanto?'
Fue molesto, pero lo único que sucedió fue que el rostro de Azriel que reflejaba en gran medida cansancio se endureció.
Estaba cansado. Eran al menos las 4 de la mañana y no había dormido en lo absoluto. Nunca descansaba lo suficiente debido a todo el trabajo pendiente que tenía.
"No, tiene que ser una doctora la que se encargue de revisarla."
El mayordomo dudó por unos instantes.
El doctor de la familia era eficiente y de confianza, ¿Por qué contratar a alguien desconocido cuando él podría perfectamente hacerse cargo de ello?
"¿Qué le parece usar un portal para transportarla?"
"¿Cuánto tiempo tardaría en ser aprobado el viaje?"
"Probablemente de uno a tres días, señor."
" … "
Azriel soltó un largo suspiro. Nada parecía salir como quería esa noche.
Empezando por esa chica.
"Tenemos talismanes de teletransporte, ¿No es así?"
El mayordomo asintió.
"Puedo buscar y enviar un mensajero para entregar uno ahora mismo."
"No es necesario que busques uno, despierta y envía a mi asistente."
Azriel, que habló restándole importancia, sabía que eso era lo mejor.
¿Para qué molestarse en buscar uno cuando a esas horas sería imposible encontrarlo? Viéndolo de esa forma, Oliver era una opción fiable.
"Uh… bien."
'Qué desafortunado'
El mayordomo se sintió apenado por Oliver quien hace poco había faltado al trabajo a causa de un fuerte resfriado.
Probablemente en cuanto fuera a despertarlo para hacer lo que su maestro le había pedido, su alma abandonaría su cuerpo.
"Entonces…"
El mayordomo entrecerró sus ojos mientras parecía hacer cuentas, por efecto de ello, las arrugas alrededor de sus ojos se volvieron más pronunciadas.
"Se utilizarán al menos tres talismanes, dos para el camino de ida y regreso de Oliver y uno para la doctora..."
"Haz lo que tengas que hacer y solo infórmame sobre cualquier inconveniente que tengas ¿Hay alguna otra cosa que deba saber?"
"La siguiente semana es la junta del congreso y esta vez se llevará a cabo en la mansión, señor."
Prontamente el desconcierto inundó el rostro de Azriel.
"Creí que la reunión sería el cuatro de junio."
"Así era, pero tuvo que adelantarse trece días por la fiesta que el vizconde de Faure está preparando en honor al segundo embarazo de su esposa."
'Tsk algo tan molesto'
Aunque ahora que lo recordaba… había oído a Oliver mencionar algo de eso.
"Dejaré toda la preparación en tus manos. ¿Algo más?"
"No, señor."
Su cabeza comenzaba a dolerle por la falta de sueño. Realmente necesitaba descansar. Así que trató de terminar la conversación.
"Quiero que le entregues esta carta a la doctora. Y con respecto a esa chica, también necesito que coloques dos guardias fuera de su habitación y asegúrate que nadie más que la doctora y una sirvienta asignada entren."
Pronto, una sonrisa maliciosa se formó en el rostro de Azriel.
"Y no te olvides de enviar eso a la mansión del vizconde una vez que se vuelva noticia la muerte del conde Fallon."
El mayordomo asintió y sonrió con complicidad. También lo esperaba con ansias, ¿Qué clase de expresión pondría el vizconde al recibir el regalo del marqués?
Había servido a la familia Kavanagh por años. Nadie podía conocer mejor la relación de enemistad que tenía con las familias Faure y Fallon, y las atrocidades que ellos habían cometido contra los Kavanagh.
Así que, si alguien deseaba tanto la venganza como el marqués, ese sería el mayordomo. Y ya que Azriel sabía eso, confiaba en él plenamente.
"Si todo ya está resuelto, iré a mi habitación."
Entonces el mayordomo hizo una breve reverencia luego de murmurar por lo bajo "Descanse, señor".
Solo así Azriel pudo ir tranquilamente a su habitación. No sin antes hacer una corta parada a su oficina y dejar dentro, los curiosos objetos con los que se había topado.
۩۞۩
Gracias a las piedras mágicas que habían sido colocadas en la habitación de la chica, la esfera de cristal le mostró a Azriel cualquier cosa que sucediera dentro de ella.
Al ver la puerta abrirse y entrar a la doctora a la habitación, Azriel decidió apagar la esfera y dirigió nuevamente su atención a la persona frente a él. El comandante de sus caballeros, Ronan.
Un hombre algo corpulento, de cabello negro y de tez morena.
"Al parecer ayer recibió un golpe fuerte en la sien. Ahora mismo sigue inconsciente… ¿Qué pasa?"
Se sentía algo irritado al notar que Ronan no parecía haberlo escuchado. Tenía una expresión compleja en su rostro.
"Ah… Lo siento, solo creí que la había visto en algún lado. Su rostro me parece muy familiar."
El enojo que Azriel sentía se desvaneció ligeramente por sus palabras.
Entonces Ronan cerró los ojos tratando de refrescar su memoria.
Su rostro se mantenía como una imagen difusa en su mente, pero no podía evitar sentir una sensación familiar.
Como si ya la hubiese conocido en otro lado.
"No, lo siento. No puedo recordarlo."
"Haah."
"Antes... ¿Habías dicho algo?"
"Olvídalo, no importa. Esto es lo que ella llevaba consigo."
Azriel que recobró la compostura, habló mientras sacaba una llave y un pequeño cofre.
Lugar donde hace una noche, había guardado los objetos que había tomado de la chica en la mansión del conde.
Luego de abrirlo, cogió el saco que los contenía y lo vació sobre la mesa.
Entonces golpeó repetidamente la mesa con su pluma, mientras él y Ronan miraban los objetos.
Este último lucía aturdido con el contenido de la bolsa.
Frente a ellos había un libro con la extraña nota que había encontrado en la mansión del conde Fallon, justo en el escritorio de la habitación donde estaba la chica, las dos piedras rojas que había hallado en su bolsillo y el amuleto.
"Eso es…"
"Sí o al menos eso parece."
Con el ceño fruncido, los ojos de Ronan parecieron temblar vacilantes al echar un vistazo al amuleto.
El dichoso amuleto que se trataba de un tesoro nacional el cual había sido guardado supuestamente en secreto junto con otras de las reliquias más importantes, y él cual, era protegido orgullosamente por el templo.
Se decía que solo sería portado para misiones religiosas, peregrinación o solicitar cualquier tipo de ayuda en nombre del templo.
Por lo que, con algo como eso, nunca le faltaría comida ni techo para dormir. Podría conseguir lo que quisiera.
Era lo equivalente a entrar a cualquier tienda y decir "Cárgalo todo a la familia imperial" luego de mostrar un documento con el sello del emperador para dar credibilidad a tus palabras.
"El templo fanfarroneó que no había nadie mejor que ellos para cuidarlo."
Azriel que tomó el amuleto, lo extendió hacia Ronan, quien no parecía capaz de tomarlo por su cuenta.
Solo lo había visto una vez en su vida cuando servía como caballero para la familia real.
'Qué lamentable'
En ese entonces era muy joven como para recordar con precisión su aspecto ahora que lo quería.
Entonces devolvió el amuleto al escritorio.
"Podría ser falso."
"Lo sabremos si vigilamos el templo."
Ronan se estiró en su asiento con una actitud que podría tomarse como despreocupada.
"Si este amuleto es real, lo que menos quiere el templo es armar un escándalo. Si alguien llegara a enterarse de ello se convertirían en la burla."
"Si es verdadero, entonces estarán en crisis en estos momentos, así que tarde o temprano podrían terminar cometiendo cualquier error."
Azriel inclinó su cuerpo hacia delante.
"Esa gente me tiene entre sus manos. Si esto es algo que puedo usar como un seguro para cualquier problema futuro con ellos, me gustaría saberlo."
"Tsk. Ni siquiera deberías de molestarte, debe ser falso."
"Eso aún no lo sabemos."
Pff.
Ronan apenas podía contener la risa.
"Jajaja, ¿Dices que debería creer que una chica tomó, probablemente sin ayuda alguna, un tesoro nacional para vivir cómodamente y el templo solo la dejó ir como si nada? Suena ridículo el solo escucharme decirlo."
" ... "
Aun cuando los ojos tranquilos de Azriel parecieron volverse fríos a Ronan no pareció afectarle.
"¿Terminaste?"
"Sí, lo lamento…pff."
Azriel solo lo observó irritado mientras esperaba que finalmente se callara. Fue en esos momentos que llamaron a la puerta.
Toc, toc
"La doctora espera por pasar, señor." Anunciaron desde el otro lado de la puerta. Era el mayordomo.
Luego de soltar un largo suspiro y ocultar los objetos en su escritorio, Azriel dio una respuesta positiva.
"Adelante."
Entonces la puerta se abrió y de ella emergió una mujer joven que usaba lentes. Tenía ojos cafés y un largo cabello castaño atado en una coleta, sin mencionar su bata blanca.
Luego de entrar torpemente a la oficina, la puerta se cerró tras ella. Su cuerpo tembló como si fuese alguien siendo arrojado a la jaula de un león.
No obstante, a pesar de su nerviosismo, la doctora habló de manera clara.
"Buenas tardes, marqués…. Soy la doctora Nara. He confirmado lo que me pidió."
"¿Cuál fue el resultado?"
"Al inspeccionar su cuerpo, encontré en su piel círculos mágicos… En total eran dos."
Nara miró vacilante a Ronan y luego a Azriel. Como si pidiese su permiso para hablar frente a él.
Entonces Azriel asintió y le indicó con un gesto que continuara.
"El primero es tal y como el marqués dijo en la carta. Tenía las diferentes fases de la luna en línea recta y en general esta misma era la que más resaltaba. Ese tatuaje lo tenía en el pecho… pero también había otro tatuaje, este estaba ubicado en la espalda, e iba en línea vertical. Era de un loto con algunas líneas en zig zag y espirales…"
El estudio quedó en completo silencio una vez que Nara dejó de hablar.
Incluso Ronan que hasta hace poco no dejaba de reírse había cambiado su semblante a uno serio.
Era fácil saber lo que significaba que alguien tuviese un círculo mágico porque se contaba en las historias de terror para niños y formaba parte de las supersticiones que tenía el imperio.
Se trataba de algo llamado "magia antigua.".
Se le decía así debido a que nació en la era en la que se creó al hombre, hace miles de millones de años.
Solo había dos formas para que una persona tuviera un círculo mágico tatuado en la piel.
La primera era ser una persona que firmó un contrato con dios.
Al hacer cualquier tipo de trato con un dios, eras marcado. Esta marca, generalmente, te acompañaba por siempre.
Ahora, ni el dios supremo Drystan, ni su hijo Regulus han aceptado algún contrato en toda la historia del imperio.
Pero Aeron, el dios oscuro, era diferente.
Él de hecho, se encargaba de corromper a la gente para darles poder a cambio de algo.
Es así como existieron las brujas, personas completamente entregadas a la oscuridad y al servicio de Aeron.
La otra forma era ser maldito por una bruja y aun así tanto la víctima como ella eran marcados por uno de esos círculos hasta que la maldición fuese concretada.
Zas.
La mesa vibró debido al fuerte golpe que Ronan se había dado con la mesa.
"... Lo siento." Ronan murmuró una torpe disculpa luego de que los ojos de los presentes fueran hacia él.
"¿Por qué no me dijiste nada? Tenemos una bruja en la mansión."
Le estaba recriminando por no decirle algo tan importante.
"Te lo habría dicho si tan solo hubieras parado de reír hace unos minutos."
"Supongo que es mi error."
Entonces se rascó la nuca. Algo que hacía cuando estaba incómodo o avergonzado.
Habían convivido varios años así que lo conocía bastante bien y lo mismo podía decirse a la inversa.
"¿Qué es lo que quieres hacer?"
'¿Me deshago de ella?' Era lo que en realidad quería decir. Su mano había ido a su espada para apoyar el significado de esas palabras.
"Hay una razón por la cual la traje con vida, Ronan."
Realmente no tardó mucho en llegar al fondo de ello.
"¿...Ella te maldijo?"
Azriel asintió mientras se quitaba el guante negro de su mano derecha.
Revelando de esta forma el círculo mágico grabado en él. Tenía un tono tan débil que era casi imperceptible.
"Es correcto."
"Podemos obligarla a que hable y la deshaga por sí misma. Si me dejarás un tiempo a solas con ella, mi espada podría…"
Azriel lo miró de manera hostil.
"Te dije que estaba inconsciente."
"¿A qué te refieres con eso? Nunca mencionaste nada igual."
"Disculpen…"
Fue aquella tímida voz en una esquina que los interrumpió y terminó llevándose toda la atención.
Habían pasado de la existencia de Nara por unos instantes. Y aun si eso no le molestaba, no quería seguir escuchando esa conversación que no tenía nada que ver con ella.
En realidad, no quería estar ahí desde un comienzo.
Desgraciadamente no importó las excusas que pusiera para negarse a atender al paciente del marqués, fue llevada arrastras hasta ahí.
Así que lo último que quería era tardar más tiempo del necesario en ese lugar.
Solo ansiaba terminar su trabajo, recibir su paga y marcharse rápidamente.
"...Eh como saben, la sien es un lugar delicado y el golpe que ella recibió fue algo fuerte… En el peor de los casos podría no despertar, pero hablando de manera positiva podría hacerlo en el lapso de una o dos semanas."
"¿De una a dos semanas…?"
Azriel que repitió sus palabras se perdió en sus propios pensamientos mientras tomaba su pluma y la golpeaba levemente contra la mesa.
Era un hábito que tenía cada vez que pensaba.
Tap, tap, tap.
Si tenía suerte, ella despertaría y le removería la maldición, pero si no, entonces tendría que buscar la forma de deshacerla por sí mismo.
'Dejarle la tarea a un mago es muy arriesgado ya que no tengo idea en cuánto tiempo podría cumplirse la maldición, ni qué podría hacerme'
Era un fuerte y vergonzoso golpe a su orgullo tener la sensación de que dependían de alguien más.
Finalmente fue un sentimiento amargo el que lo impulsó a tomar una decisión.
"Una semana."
"¿Disculpe?"
Quien respondió confusamente a sus palabras fue la doctora. Sin embargo, no era ella a quien Azriel se dirigió.
"Voy a darle una semana para despertar, y si no lo hace, quiero la mates."
Sus ojos miraban a Ronan.
"¿Escuchaste?"
Nara dio un grito ahogado.
"¡Matarla!"
Una ancha sonrisa se dibujó en el rostro de Ronan. ¡Por fin había escuchado algo que podía hacer!
"Cuenta conmigo."
Azriel sonrió satisfecho, y cuando su vista se dirigió a Nara, el cuerpo de ella se estremeció de miedo.
'¿Qué es esto?'
No había nada de extraño en él o al menos eso pensaba, pero verlo hacía que, en su cuerpo, se disparara una sensación de peligro.
De alguna manera era intimidante.
"Doctora, solo pido que sea discreta con lo que escuchó. No me gustan los rumores."
'No te atrevas a hablar de ello'.
Nara lo entendió perfectamente, pero temía decir algo y que su voz flaqueara.
Por lo que únicamente terminó asintiendo con la cabeza.
"En tal caso puede retirarse. ¡Jhon!" Azriel elevó la voz al llamarlo.
Casi al instante, la puerta se abrió y el mayordomo ya estaba de pie frente a ellos esperando por sus instrucciones.
"¿Me llamó, señor?"
"Págale el doble a la doctora y guíala a la salida."
El mayordomo hizo una corta reverencia antes de darse la vuelta y dirigirse a la doctora.
"Sígame, por favor."
"Doctora Nara, espero volver a contar con su ayuda en un futuro cercano."
Fueron solo palabras vacías llenas de cortesía, pero Nara no se sintió con ánimos de responderlas.
Aún si fue bastante descarado, fingió no haberlo escuchado y se dio la vuelta.
Darle la espalda le hizo sentir escalofríos. Inconscientemente sus pies aumentaron el ritmo con el que caminaba hasta, vergonzosamente, parecer que estaba huyendo.
En cuanto ella salió por la puerta, el mayordomo fue por detrás.
Solo cuando escuchó la puerta cerrarse pudo soltar el aire que sin darse cuenta había estado conteniendo.
'Todos los nobles son unos locos'
Sniff, sniff.
"Señorita… ¿Se encuentra bien?"
" ... "
En lugar de girarse y responder, Nara luchó por mantener las lágrimas dentro de sus ojos.
Sin encararlo, estiró su brazo hacia atrás, hasta donde este mismo le permitió y extendió su palma.
Estupefacto, el mayordomo colocó el cheque ahí y acto seguido, como si su vida dependiera de ello, Nara corrió desesperadamente a la salida.
Cuando subió al carruaje y este se puso en marcha a su hogar, Nara ni siquiera quiso echar un vistazo por encima de su hombro para mirar a la mansión del marqués que poco a poco se volvía más pequeña en la distancia.
Entonces deseó con todas sus fuerzas no tener que regresar a ahí.
No, de ser posible, no tener que volver a trabajar para ningún otro noble jamás.
'Tal vez debería mudarme más lejos'