Después de un rato, Lluvia se sintió lo suficientemente descansada como para moverse. Se levantó del suelo con una mueca y procedió a cuidar sus heridas.
Su maestro había hecho una fogata con los restos astillados del árbol retorcido, así que ninguno de los dos tenía que congelarse del frío. Lluvia desinfectó el corte en su costado y luego lo envolvió firmemente en un vendaje limpio. Eso tendría que bastar hasta que regresara a Corazón de Cuervo y encontrara un sanador.
Normalmente estaría lamentándose de tener que pagar a uno, pero se había prometido una recompensa considerable a quien lograra matar al Cazador. No solo podría Lluvia permitirse un sanador Despierto decente, sino que quedarían suficientes monedas para reemplazar la jabalina rota y quizás incluso mejorar algunas piezas de su equipo.
—No, espera… de hecho, ¿ya no necesito preocuparme por eso? —se preguntó Lluvia.