Lluvia recogió sus cosas y se colgó la mochila al hombro. El filo del hacha era terriblemente pesado, lo que desequilibraba un poco su balance… pero podía manejarlo. La espantosa espada negra que su maestro le había dado ya no estaba, y su tachi recuperó su sombra. Estudió la familiar espada por unos momentos, luego suspiró y la envainó suavemente.
Lluvia estaba lista para partir.
…Pero no lo hizo.
—Eh, maestro. Podríamos tener un problema —él se volvió hacia ella y levantó una ceja en confusión.
—¿Un problema? ¿Qué sucede? —ella dudó por un momento, luego se rascó la punta de la nariz de manera incómoda.
—Verá. Esa explosión fue mucho más poderosa de lo que esperaba. Entonces... todo el hielo está roto. ¿Cómo se supone que debo volver a la costa? —él la miró por un momento, luego observó el paisaje devastado del vasto pantano.