Los pisos superiores del castillo antiguo habían sido destruidos, desgarrados por la devastadora explosión. Los pisos debajo eran un infierno de llamas furiosas y humo espeso. El calor abrasador impregnaba la oscuridad sofocante, y los muros ardientes se desmoronaban mientras caían en las aguas turbulentas del lago distante.
En ese infierno, alguien tosió ronco, y una pila de escombros de repente se movió. Una mujer delicada arrojó a un lado una viga de soporte humeante que pesaba varias toneladas y lentamente se puso de pie, su hermoso rostro manchado de ceniza.
Casi al mismo tiempo, otra figura se levantó del piso, mirando alrededor con fría intensidad. Era una joven mujer con cabello plateado, vistiendo una armadura brillante severamente dañada. En una mano, estaba sosteniendo una espada de plata.
En la otra, una antorcha negra rota se estaba disolviendo en un torbellino de chispas blancas.