Una luna rota brillaba sobre un castillo destrozado. El castillo siempre había sido una ruina, pero ahora se reducía a escombros. Los escombros solían estar rodeados por un lago profundo, pero ahora, el lago se había ido.
Su fondo se había revelado, en todo su misterio y horror.
De pie sobre el cúmulo de escombros que había sido una gran muralla, Kai miraba hacia abajo. Muy por debajo de él, las antiguas ruinas resplandecían bajo la pálida luz de la luna. Estaban cubiertas de barro y algas marinas, pero aún podía reconocer las formas de bellos edificios de piedra y edificios más pequeños bajo el barro.
El castillo se alzaba sobre una montaña, y había una ciudad próspera y extensa rodeando la montaña… o solía haberla.
Otros no verían, pero Kai sí lo hacía. Enterrados en el barro, escondidos en la oscuridad de los antiguos edificios… había huesos humanos. Había demasiados como para contarlos. Miríadas de cráneos lo miraban con miradas vacías, como culpándolo por estar vivo.