Al asentarse la roca en su lugar, sellando la cueva, Yuan se tomó un momento para observar su entorno. Aunque la cueva pareciera un abismo donde no pudiera llegar la luz, un tenue y extraño resplandor iluminaba sutilmente el espacio. Sin embargo, su fuente seguía siendo un misterio.
La cueva era sorprendentemente espaciosa, incluso más grande que la habitación que tenía en el Jardín de Bambú. No obstante, sus condiciones eran crudas y poco acogedoras. No había suelo adecuado, solo el frío y desigual terreno bajo él, cubierto de tierra y polvo. Aparte de las dos ollas colocadas en el extremo más lejano del espacio, la cueva estaba completamente desolada —ni siquiera el mísero confort de una cama en la que descansar.