El anciano, vestido con ropas ásperas, miraba al Rey Sagrado Eterno con un dejo de impotencia en sus ojos turbios.
Esta era la impotencia que provenía de la situación actual del mundo.
La época antigua había pasado y el Reino Divino ahora tenía el dominio, controlando las reglas del mundo.
Cualquiera que se atreviera a interponerse en el camino del Reino Divino enfrentaría la muerte.
El antiguo Palacio Imperial Juehan había sido aislado del mundo y el Reino Divino había dedicado todos sus recursos a aniquilarlo en una sola noche.
El gobernante del Territorio de los Demonios, el arrogante Emperador Demonio, había desafiado la autoridad del Reino Divino y fue posteriormente asesinado por el Reino Divino y sus anteriores subordinados.
Desde ese momento, nadie se atrevió a desafiar al Reino Divino.
Nadie se atrevió a romper las reglas establecidas por los poderosos y estimados.
El Palacio Juehan y el Emperador Demonio sirvieron como ejemplos flagrantes.