En el tranquilo y oscuro bosque, el sonido de las ramas crujiendo resonó lentamente.
El olor a podredumbre que impregnaba el aire hizo que el apuesto joven frunciera el ceño.
—Este olor a podredumbre realmente me repugna —murmuró Braydon Neal.
No le gustaba el hedor. Habiendo reencarnado y experimentado innumerables fragancias, esta destacaba como particularmente desagradable.
Aun así, el olor no molestaba físicamente a Braydon, solo le resultaba desagradable.
Sacando una toalla húmeda, se limpió la cara y avanzó sin prisa.
Si uno miraba de cerca, podría notar algo inusual: cuervos inconspicuos posados en los árboles circundantes, mirando de un lado a otro.
De repente, un grito lejano resonó.
—¡Rápido, sellen el área! ¡No dejen que este tipo escape!
El grito fue seguido por ondas de fluctuaciones de energía.
Braydon se detuvo y dirigió su mirada hacia el lugar de la conmoción.