Capitulo 17: La caída de la bestia dorada.

Tras aquel encuentro, el silencio se había extendido por toda la arena. Nadie se esperaba que el plebeyo ganara, mucho menos que fuera tras recibir una golpiza y aún peor: había avanzado en el combate. Ellos estaban esperando un espectáculo diferente.

Soren yacía en una pequeña camilla improvisada por Mortis, recuperando su conciencia tras unos minutos. Al despertar vió a sus dos amigos, uno a cada lado de él.

Kyla con una pequeña sonrisa engreída, se cruzó de brazos al ver que estaba bien.

—Ya era hora. Estaba pensando que jamás avanzarías.

Decidió bromear. Mortis, con calma, le dió un golpecito en el hombro, alentándolo:

—¡Sabía que tenías esto dentro de ti, hermano!

Soren sonrió ante los comentarios del par de hermanos. Aunque Kyla siempre era sería y malhumorada, recibir un elogio de su parte siempre era una sorpresa enorme. Se sentó con algo de dificultad y se sobó la cabeza con algo de dolor en su expresión.

—Supongo que solo hacía falta que me dieran una paliza para sacarlo.

Mencionó entre risas.

—Quizá yo pueda ayudarte más seguido entonces.

Dijo Kyla mientras tomaba una espada de madera. Su mirada llena de seriedad la hacía ver cómo una amenaza en lugar de como una broma, lo cual le dio a Soren un momento de pánico interno. Al final, ellos tuvieron un momento divertido antes de la siguiente batalla.

Soren miró la espada de madera a lo lejos, la espada con la que había combatido apenas minutos atrás, sintiendo por primera vez que había logrado algo más grande que solo una victoria.

Por otro lado.

El líder de los nobles, con el ceño fruncido y la mirada cargada de furia contenida, avanzó hacia su subordinado, el cual apenas despertaba de su desmayo tras la derrota en contra de Soren. Los ojos del joven, oscurecidos como la tormenta que precede al caos, se clavaron en el noble caído con un desprecio apenas disimulado.

—¿Cómo es posible que hayas perdido una batalla que ya estaba ganada?

Su voz era afilada, cada palabra se sentía como un látigo que destilaba ira e incredulidad. El contrario, sumiso y cabizbajo, rogó por perdón.

—Joven maestro Shen, tenga piedad, no es mi culpa, ¿Quién sabría que el plebeyo avanzaría justo en este momento?

¡Slap!

Se escuchó una fuerte bofetada por parte del joven a cargo. El noble vencido no pudo sostener más su mirada. Apretó los puños, intentando justificarse, pero el peso de su fracaso le cortaba las palabras. El líder chasqueó la lengua con desdén.

—Incompetente.

Espetó con veneno, acercándose hasta que la distancia entre ellos se desvaneció.

—No solo perdiste, sino que nos hiciste ver débiles ante ese forastero y frente a nuestra propia gente.

El silencio se hizo insoportable. El joven derrotado intentó abrir la boca para responder, pero la mirada implacable de su superior le dejó claro que en ese momento no había disculpa que bastara.

Viendo que el mensaje había quedado bien claro, el joven Shen se dirigió hacia un joven de apariencia más calmada, el cual parecía estar meditando en un lugar apartado de ambos, como si el ruido le molestase.

—Eres el siguiente, tienes prohibido perder, Jin.

El joven, más delgado, pero con un aura intelectual, abrió los ojos con serenidad. Parecía que le molestaba que lo hicieran luchar, pero tras un largo suspiro, este se levantó y caminó hacia la arena sin decir una palabra.

El aire era tenso en la arena cuando el eco de un gong retumbó.

BOOOONG

El sonido grave y solemne se expandió como una ola invisible, marcando la señal para el inicio del segundo combate.

Kyla volteó hacia la arena, dándose cuenta de que el segundo joven ya se estaba aproximando.

—Parece que es mi turno. No te muevas, Mortis. Esto acaba aquí.

Mortis, como el hermano mayor, decidió darle una advertencia:

—Aunque seas muy fuerte, no te confíes, Kyla.

—Tonterías.

Y así, Kyla se fue. Mortis tenía un mal presentimiento acerca de esto, pero para su mala suerte, no podía controlar a su hermana menor en lo absoluto, solo rezar para que ella aprendiera de una manera menos dolorosa.

Desde lados opuestos, dos figuras avanzaron con paso firme hacia la arena.

Kyla avanzaba confiada, aunque su rostro se mantenía inexpresivo. Lo de esta mañana aún le ardía en el orgullo, y estaba decidida a terminar el combate con rapidez.

Jin Rui, en cambio, caminaba con calma. Su rostro permanecía inmutable, como si ya hubiese previsto cada paso del combate antes de que siquiera comenzara. Era un tipo de seriedad diferente la de ambos individuos, pero su forma de ver este combate era lo que los diferenciaba.

Frente a frente, sus miradas se encontraron en el centro de la arena. La lucha estaba a punto de empezar.

BOOONG

El gong sonó de nuevo, marcando el inicio del combate. En este caso y a diferencia de la batalla anterior, ambos estaban en la etapa bronce, así que la fuerza de ambos era similar.

—No te confies solo porque soy una chica.

Dijo Kyla con tono apático, indiferente, y una chispa de irritación apenas perceptible. No esperó una respuesta del contrario, ella avanzó de manera veloz y atacó con violencia, haciendo una estocada feroz pero tosca con la espada, una técnica agresiva que, pese a su rudeza, sería difícil de contrarrestar para un novato.

Sin embargo, el oponente al que se enfrentaba no era un novato en lo absoluto. Kyla abrió los ojos como platos cuando su estocada fue repelida por Jin con suma facilidad, además de permanecer con una expresión inmutable.

—No se preocupe.

Murmuró con voz tranquila, girando la muñeca con una precisión milimétrica. En un solo movimiento, desvió su hoja, desarmando a Kyla, avanzando un paso y colocando su espada a centímetros del cuello de la chica.

—... Yo no subestimo a nadie.

Kyla observó con la respiración contenida la espada de madera que estaba tan cercana a su cuello. Jin, aun tranquilo, apuntó con la mirada en dirección a la espada que yacía inerte en el suelo.

—Levántala. No lucharé contra alguien desarmado.

Dijo en un tono firme, posterior a ello, dió un par de pasos hacia atrás para darle espacio a Kyla. Ella, por un momento, estaba perpleja debido a la actitud del contrario. Recogió de nuevo su espada y se posicionó, apretando los dientes al sentirse humillada.

Sin esperar a que el contrario pronunciara palabra, la jovencita atacó de nuevo de manera feroz. La naturaleza de sus ataques constaba de salvajes estocadas, cortes horizontales, verticales y diagonales poco agraciados. En general, movimientos muy abiertos. Pese a la velocidad y la fuerza que Kyla manejaba, su técnica estaba llena de defectos graves que su oponente aprovechaba sin dudarlo.

Jin bloqueaba y desviaba sin misericordia cada uno de sus ataques con movimientos simples pero efectivos, contraatacando en cada oportunidad al encontrar las brechas que Kyla ignoraba debido a su orgullo y creciente irritación en su contra.

Desde la perspectiva de Kyla, era como si Jin estuviera viendo el mundo moverse de forma más lenta de lo habitual, mientras que Jin veía a Kyla mas como un niño que agitaba furiosamente una vara.

Los intercambios siguieron su curso sin ningún cambio, los minutos pasaron y Kyla, a pesar de intentar mantener una expresión estoica, su cuerpo, ahora lleno de moretones, así como el sudor que recorría su rostro decía lo contrario. Era claro que estaba agotada y herida.

Lo único que mantenía en pie a la muchacha era su espíritu de lucha y su orgullo, o más bien, terquedad cada vez mayor. Hasta ahora ella se las había arreglado para acabar con bestias usando solo fuerza bruta y velocidad, pero frente a un adversario como Jin, estas cosas no funcionaban, parecía ser su perfecto talón de Aquiles.

En el pasado, Mortis le había dicho en repetidas ocasiones que debía practicar las técnicas de espada y pulirlas, pero era demasiado perezosa para ello, asumiendo que podría vencer a cualquier rival mientras tuviera más fuerza y algo de voluntad.

Sin embargo, ahora frente a ella se le presentó un adversario al cual ni siquiera había podido tocar con dicha estrategia, lo cual la tenía en un constante estado de desconcierto, incluso pensando que el chico estaba por encima del rango que declaraba tener.

En un último ataque desesperado por demostrar que incluso sin estrategia podía golpear a su enemigo, ella se abalanzó tratando de embestir cual toro a Jin. Este por otro lado, evadió con gracia saltando por encima de ella. Sus ojos se cruzaron, de inmediato se pudo escuchar el sonido del aire siendo cortado y el impacto de la espada de madera de Jin contra el cuerpo de Kyla.

Jin aterrizó limpiamente, podría presumir incluso de no haber levantado una mota de polvo, Kyla, por otra parte, se quedó quieta, pasmada en su sitio. Su mandíbula se apretaba a más no poder, sus rodillas temblando, su respiración que se forzaba a continuar. Sin embargo, ella al final no pudo aguantarlo, cayendo al suelo inconsciente.

—¡Kyla!

Gritaron Soren y Mortis al unísono, preocupados, pero sus gritos fueron eclipsados por los vitoreos encendidos de la gente que apoyaba a su rival, celebrando ruidosamente la victoria de Jin.

A pesar de las lesiones de Soren, él y Mortis fueron a asistir a la jovencita que yacía aún tendida en el suelo.

Para sorpresa de ambos, la chica parecía estar consciente. Simplemente mirando con indiferencia el cielo, el cual ahora estaba siendo cubierto por ellos.

—¿Kyla?

Preguntó Mortis con desconcierto al ver en ese estado a su pequeña hermana.

—Cargame.

Dijo ella casi al instante.

—¿Eh?

Mortis ladeó su cabeza en señal de duda.

—¿Estás sordo? Dije que me cargues. No puedo moverme.

Al escuchar aquello, Mortis atendió y con cuidado la cargó en sus brazos. Ella colocó lentamente su cara cerca del pecho de su hermano, como si se estuviera escondiendo.

Mortis no dijo nada al respecto, pero a pesar del ruido del público, escuchó un sollozo, lo sintió a través de su ropa. A pesar de ser una orgullosa guerrera, su pequeña hermana seguía siendo una niña. Él caminó con lentitud hacia el lugar de preparación que les correspondía con la intención de que ella se pudiera desahogar aunque fuera un poco.

Mortis le dió una mirada rápida a Soren.

—Soren, ¿Podrías preparar una manta para Kyla? Llegaré enseguida.

Este asintió, no comprendió lo que sucedía, pero sí era todo lo que podía hacer en ese momento, entonces lo haría. Así que fue y los esperó mientras caminaban lentamente hacia el lugar.

Caminó en silencio mientras sentía como se humedecía su pecho y como se retorcía un poco aquella mujer que traía en brazos, eso hasta que dejó de sentir los sollozos. Parecía que al final ella se había quedado sin energía. Mentalmente agotada, Kyla había cedido al sueño. Ese fue el momento en el que finalmente llegó junto a Soren y se la entregó.

Con cuidado, Soren la envolvió en la manta y la recostó sobre su regazo para que estuviera más cómoda.

Mortis no pronunció una palabra mientras esperaba su turno y Soren no se atrevió a preguntar ni a decir nada. Por alguna razón, sentía un aura intimidante de parte de su amigo.

El gong finalmente sonó, marcando la señal para el siguiente combate, el inicio del final que lo decidiría todo.

Mortis se levantó luego de meditar en silencio y se retiró sin decirle nada a Soren. El joven maestro Shen también se aproximó, confiado, pero aún manteniéndose cauteloso.

El público se mantuvo en silencio. Después de todo, era una batalla de dos jóvenes de rango plata. Esto era algo que pocas veces se veía fuera de los torneos o los enfrentamientos armados, así que estaban expectantes.

Ambos, uno frente al otro parecían estarse estudiando. Y luego sonó el gong, dando comienzo al combate.