5-Reconocimiento de un Dios

P.V. Alexander

—Te convertirás en un ser con cuerpo y poder de un dios... pero sin ser un verdadero dios. —sentenció Ares.

Sus palabras me golpearon tan fuerte que no pude hacer más que quedarme en blanco.

—Jajajajajajaja... —rió con burla—.

—Tendrás el poder para enfrentar dioses... pero no serás uno de ellos.

Tras unos segundos de silencio, las cadenas doradas que nos unían se deshicieron en el aire como polvo de luz.

Ares me miró... pero ya no con desprecio ni burla.

Me miró como se mira a un enemigo.

—Tranquilo, chico. —dijo con una sonrisa que no me tranquilizó en lo más mínimo—.

—No pienso hacer nada... por ahora.

—¿Ahora...? —repetí, inquieto.

—Así es. Te reconozco como un rival.

—Te dejaré un tiempo para que te acostumbres a mis divinidades.

—Y luego, vendré a por ti.

—La próxima vez... será una lucha a muerte.

Un escalofrío me recorrió la espalda.

—Aunque, también necesitaré tiempo para rehacer las divinidades que me arrebataste.

—¿Puedes... recuperarlas? —pregunté, sorprendido.

—No te asombres. Las divinidades son conceptos, nacemos con ellas.

—Aunque las perdamos, siempre pueden reconstruirse si conservamos nuestro origen.

—Entonces... ¿puedes decirme cómo me afectarán estas divinidades? —pregunté con cautela.

—No. —respondió con frialdad.

Esa respuesta me despertó más que un balde de agua helada.

—No te sorprendas. Lo descubrirás muy pronto.

—Pero como recompensa... te diré cuáles me quitaste. Considera esto un regalo.

Ares dio un paso adelante, su presencia aún tan intensa que me costaba respirar.

—Escucha bien, chico.

—Me has robado las siguientes divinidades:

> - Fuerza y velocidad

- Resistencia

- Manipulación del clima

- Maestría de la magia

- Maestría del conflicto y la estrategia

- Pseudo inmortalidad

—No te diré cómo funciona cada una...

—Eso tendrás que averiguarlo tú.

Justo cuando iba a abrir la boca para hacer otra pregunta, el mundo a mi alrededor empezó a temblar.

—¿Qué está pasando...? —pregunté, mirando el cielo que comenzaba a quebrarse.

—Parece que llegó la hora de la despedida. —dijo Ares, tranquilo.

Grietas recorrieron el espacio como si el cielo mismo se estuviera rompiendo en pedazos.

Fragmentos de realidad cayeron como si fueran trozos de cristal.

—No te preocupes. Pronto saldrás de aquí.

—Pero antes... te dejaré un último regalo.

—¿Qué regalo...? —quise preguntar, pero una luz blanca me envolvió antes de terminar la frase.

—Después de todo... —la voz de Ares resonó en mi mente—

—Tengo una reputación que mantener.

Ese fue el último sonido que escuché.

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Cuando la luz desapareció, el paisaje había cambiado.

Estaba de vuelta en el túnel por el que habíamos venido. A mi alrededor, un grupo de personas —que parecían ser investigadores— nos observaban con expresión de asombro y temor.

Intenté hablar, pero una extraña sensación de mareo me invadió.

"¿Qué... me pasa...?"

Apoyé una mano en mi cabeza, todo comenzó a verse borroso.

"Tengo sueño..."

Esas fueron mis últimas palabras antes de caer inconsciente.

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Me encontraba de pie en medio de un campo de batalla.

Frente a mí, un grupo de personas luchaba contra gigantes colosales.

Parpadeé... y la escena cambió.

Ahora estaba en un templo rodeado de nubes.

Luego, otro templo... y observaba una guerra entre dos ejércitos.

Las imágenes se sucedían sin control.

Y entonces, vino la oscuridad.

Solo frente a mí... vi seis luces.

Sabía lo que eran.

Esas luces... eran las divinidades de Ares.

Me acerqué lentamente. Al hacerlo, pude ver lo que eran.

Podía sentir qué hacían.

"Esto... esto ya no es solo un sueño..."

—Tengo la impresión de que fui transportado a un mundo de fantasía... —susurré, sin poder evitarlo.

Y así, decidido, me acerqué a la primera luz... y la toqué.

En el instante en que lo hice, una luz dorada envolvió mi mano.