14-Entrada impactante.

[Niveles de fuerza: Fase 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8 < Reino Campeón < Reino Leyenda < Reino Trascendental]

Punto de vista: Lernia Vi Calexio, Primera Princesa del Reino Calexio

Todo comenzó con el repentino ataque del Imperio Oscuro.

Yo, Lernia Vi Calexio, Primera Princesa del Reino, me encontraba de visita en el territorio del Conde Braun cuando estalló la emergencia. Sin otra opción, decidí quedarme y ayudar en la defensa de la ciudad.

Al principio, la situación estaba bajo control. Las bestias mágicas invocadas por el enemigo eran, en su mayoría, de Fase 1 y 2, con apenas unas pocas de Fase 3. Gracias a la coordinación de la milicia, mis caballeros personales y mi propia intervención, logramos repeler los ataques iniciales sin demasiadas complicaciones.

Sin embargo, esa tranquilidad no duró mucho.

Una segunda oleada de bestias mucho más agresivas arremetió contra la ciudad, liderada por un grupo de monstruos de Fase 4… y uno más, peligrosamente cerca de alcanzar la Fase 5.

—¡A las armas! —ordené, descendiendo de la muralla.

Confié la contención de las criaturas de Fase 4 a mis caballeros y me dirigí directamente hacia el enemigo más fuerte.

La batalla fue intensa. Cada choque de armas y magia sacudía el aire con violencia. Pero al final, conseguimos exterminar a las bestias mágicas.

O eso pensé...

Lo que no esperaba era la aparición de uno de los Seis Generales del Imperio Oscuro.

Terriel Marses. Aunque considerado el más débil de los seis, no dejaba de ser un guerrero que había alcanzado el Reino Leyenda. Su sola presencia heló el aire a nuestro alrededor.

Su acompañante atacó sin previo aviso. Mis caballeros lo interceptaron, pero no lograron detenerlo por completo. Fueron derribados con brutalidad, sus cuerpos arrastrados por el suelo como muñecos rotos.

—Hola, pequeña princesa. —La voz de Terriel era tan arrogante como su sonrisa torcida.

—¿Por qué alguien de tu calibre atacaría un reino tan pequeño? —pregunté, alzando mi espada, aunque sabía que no tenía posibilidad real contra él.

—Te responderé, como muestra de respeto por tu valor —dijo con una sonrisa burlona—. Nuestro Emperador ha detectado la llegada de un héroe a esta región. Me envió personalmente para eliminarlo antes de que se convierta en un problema.

—¿¡Un héroe!? —Mis pensamientos se arremolinaron. Estoy segura de que los héroes invocados están en la capital del Imperio Radiante...

Todavía no había hecho la solicitud de ayuda para que nos enviaran uno. ¿Cómo era posible que ya hubiese llegado?

—Ya sé que entró en esta ciudad —continuó Terriel—, por eso no perderé más tiempo contigo.

Al terminar esas palabras, avanzó a velocidad cegadora, blandiendo una daga directamente hacia mi pecho.

—¡Maldición!

Ya sentía la muerte acercarse, cuando algo —o más bien alguien— lo interrumpió.

Un joven de cabello negro, vistiendo ropas extrañas y envuelto en una luz dorada, apareció de la nada y propinó una patada directa al rostro del general, lanzándolo varios metros por los aires.

—Qué vergüenza... —murmuró el chico, con un suspiro apenas audible.

Después de aterrizar suavemente en el suelo, se giró hacia mí con una expresión despreocupada.

—Hola, disculpa la molestia, pero… ¿podrías ayudarme con algo?

¿Ayuda...? ¿Él me está pidiendo ayuda a mí...? ¿Después de haber mandado a volar a uno de los generales del Imperio Oscuro?

No tuve tiempo de responder. Una poderosa energía oscura emanó del lugar donde había caído Terriel.

—¡Maldito insecto! ¿¡Cómo te atreves a golpear mi cara!?

Los ojos del general ardían de rabia mientras varios círculos mágicos aparecían a su alrededor, invocando bestias de Fase 8... y varias más que incluso habían alcanzado el Reino Campeón.

—Un momento por favor —dijo el joven, volviéndose ligeramente hacia mí—. Me desharé de esta molestia.

—¡Espera! —grité, estirando la mano hacia él.

Pero fue inútil. El joven ya había comenzado a pronunciar un cántico con voz solemne, mientras su aura dorada brillaba aún más intensamente. El cielo se oscureció de inmediato, cubriéndose con nubes negras y truenos que rugían con furia divina.

—Yo, creador y controlador de la guerra...

—mando a los cielos como su maestro...

—¡Obedecedme!

Lo que vi a continuación no fue una simple técnica mágica...

Fue una catástrofe.