—¿Estás bien, mamá? —le pregunté a mamá mientras me sentaba en su mesa en su oficina.
—Sí, bien —se veía pálida y agotada—. ¿Has visto a tu hermana, Dion? No sé dónde está. No estuvo en el desayuno hoy. Escuché que salió. Pero, ¿dónde? ¿Sabes algo al respecto?
Negué con la cabeza.
—Ella sigue preocupándome. Ya sabes, con todo lo que respecta a Melissa y Abel... Dios... Luego tu padre...
—¿Por qué es así, mamá?
—No es nada, Dion.
—Padre siempre ha sido así, ¿no? Tú nunca haces nada para que él cuestione tu lealtad. Entonces, ¿por qué?
—Dion...
—Ya tengo edad suficiente para saber estas cosas, mamá. Tengo diecisiete. Ya no soy un niño.