Introducción

—Grant estaba atónito, completamente sorprendido por el torbellino que era Innocensa Frost —. Nunca había imaginado, ni en sus sueños más salvajes, que alguien le propondría algo así.

—Innocensa, con su confianza cautivadora, lo había dejado sin aliento, y no de la manera que la mayoría esperaría. Ella no preguntó ni sugirió; declaró. Lo dijo claramente, sin dejar lugar a malinterpretaciones.

—Después de nuestra próxima cita, nos besaremos —dijo ella—. Eso no es negociable. Pero luego, como si esa audaz afirmación no fuera suficiente para dejarlo tambaleante, continuó informándole que sería él quien la invitaría a salir para esa cita.

—Hablemos de presión —pensó Grant.