*AETHERIUS*
"Tu discurso fue encantador, Iesel. Felicidades por tu arduo esfuerzo", la felicité al entregarle un ramo de rosas.
Mi madre se acercó a ella y la abrazó con fuerza.
"¡Qué magnífico discurso, Iesel!", exclamó, dándole un sonoro beso en la mejilla que dejó marcada su labial.
"Muchas gracias", fue lo único que respondió Iesel, aún perpleja por el gesto repentino de mi madre.
"¿De cuánto nos toca a cada uno?", preguntó Max, mirando con avidez el cofre repleto de oro. Sus ojos prácticamente brillaban al observarlo.
Iesel sacó una única moneda y se la entregó.
"Para ti, solo esto", dijo con tono burlón, como si le estuviera dando limosna a un vagabundo. No pude evitar reírme.
Mientras conversaba con mis amigos, también mantenía la mirada atenta en los Descendientes del Este, esperando el momento en que decidieran moverse.
El sonido de una copa alzándose interrumpió el ambiente. Todos giramos hacia el origen del ruido: provenía de la mesa de los Descendientes Centrales. Un hombre se levantaba para hablar.
"Gracias por brindarme su atención, damas y caballeros. Aprovecharé este momento para dar un anuncio", dijo Elieser Marchen, uno de los Descendientes Centrales.
Tenía el cabello plateado, ojos azul grisáceos, un cuerpo musculoso y una altura que imponía.
"Como sabrán, cuando comenzó el evento de la búsqueda del tesoro, se anunció que al finalizar todos los desafíos se haría un comunicado especial para cerrar este festival que se celebra cada ocho años", explicó, mirando a todos con seriedad.
"Jóvenes participantes de las cuatro academias de sus respectivas regiones, hoy quiero anunciarles que cualquiera de ustedes podría tener la oportunidad de luchar contra un Discípulo de cualquier región".
¿Ya van a anunciarlo?, pensé con el corazón acelerado.
"Aunque no serán ustedes quienes propongan el duelo, sino los propios Discípulos quienes los elegirán. Ustedes decidirán si aceptar o no el reto", añadió mientras recorría la sala con la mirada.
"Los Descendientes de cada región y los Directores Principales ya han acordado aceptar cualquier petición de combate".
Los murmullos estallaron. Participantes se miraban entre ellos con ansiedad, soñando con ser elegidos.
"Tendrán solo una semana y media para que esto ocurra. Si ningún Discípulo elige a alguien, el festival concluirá sin incidentes, y todos podrán regresar a casa con historias emocionantes que contar".
"Sin más que decir, hasta aquí mi anuncio. Pasen una excelente velada y diviértanse".
Apenas terminó, la música comenzó a sonar desde la banda en un rincón del salón.
"Así que con ese pretexto ocultarán la pelea que tendrás con uno de los Discípulos del Este por la niña", afirmó mi madre, sin rodeos.
"Así es. Solo hay que esperar un poco antes de que empiecen. Estoy ansioso por saber contra quién me harán pelear", respondí, dándole un sorbo a mi bebida mientras volvía a observar la mesa de los Descendientes.
"No he visto a Trevor en mucho tiempo. ¿Dónde estará?", preguntó mi padre.
"Regresó a la sede conmigo y se quedó entrenando a puerta cerrada estos días. Vendrá entre mañana o pasado mañana junto con la señorita Ricci", respondí.
"No, de hecho, aquí está entrando", anunció Otto. Todos volteamos. Trevor aparecía acompañado de Ava.
"No sabía que ella había regresado a la sede", murmuré, confundido.
Ambos llegaron hasta nosotros y nos saludaron.
"¿Cómo has estado, hijo?", le preguntó mi madre.
"He estado bien. Me relajé un poco mientras Therius entrenaba", respondió Trevor.
"¿Ya hicieron el anuncio?", preguntó Ava.
"Acaban de hacerlo. Solo estamos esperando a que me llamen", contesté.
"Ya veo. Por cierto, señorita Lieselotte, felicidades por su victoria", dijo Ava, entregándole a Iesel una pequeña caja con un collar dentro.
"No debió, señorita Ava", respondió nerviosa.
"No te preocupes. Es un presente. Por favor, acéptalo", insistió Ava. Iesel suspiró y terminó aceptando.
"De acuerdo. Muchas gracias", dijo, entregándole el collar para que Ava la ayudara a colocárselo.
"Es lindo", comentó Viola al verlo.
"Oh, claro que lo es. ¿Eso es cuarzo?", preguntó Sonia al fijarse en la piedra.
Ava asintió, sonriente.
"Correcto. Cuarzo 100% real. Al ver el color blanco con ranuras amarillas, pensé en la señorita Lieselotte. Por eso lo traje", explicó mientras le acomodaba el collar.
"Muchas gracias por su consideración", dijo Iesel, ruborizada.
"Debo suponer que mi regalo quedará un poco opacado, entonces", dijo Max al sacar una caja pequeña con un anillo delgado y una perla en el centro. Se parecía mucho a las perlas de la flor estrella que cultivé en la tumba de Belloda.
"Nada de eso. Es hermoso. Muchas gracias, Max", dijo Iesel antes de abrazarlo con fuerza. Luego se alejó un poco, llevándose la mano al abdomen.
"Vaya, en serio que todavía persiste el dolor", comenté, sorprendido.
"¿Cómo rayos toleraste todas esas heridas en tu cuerpo?", preguntó con un tono agudo.
"Supongo que tengo resistencia al dolor", contesté con una sonrisa burlona. La verdad era que sí me estaba matando el dolor, pero había aprendido a ignorar la sensación pulsante.
La herida que recorría desde mi hombro hasta el abdomen seguía picando y, en ocasiones, aún ardía.
"Jajaja. ¡Lieselotte Goldstein! La campeona de las batallas individuales y la más fuerte de la generación. Muchas felicidades por tu victoria", se oyó la voz de Rajan acercándose junto a su equipo.
"Rajan, me alegra verte", lo saludé.
"A mí también, Aetherius. ¿Dónde has estado todo este tiempo?", preguntó.
"Ocupado. ¿Qué más?", respondí.
"Por cierto, tu equipo sí le dio pelea al mío. Me sorprende que Andréi haya sido derrotado incluso después de vencer al chico Volter anteriormente", dijo riendo.
"Crecí y me volví fuerte", intervino Volter apareciendo junto a nosotros. Se dirigió a Emre.
"Señorita Emre, ¿cómo se encuentra?", preguntó.
"Gracias a que no recibí mucho daño en nuestra batalla, y con la ayuda de los médicos, pude mejorar rápidamente. Aunque el dolor sigue ahí", respondió Emil, mientras miraba a Amaranta, que acababa de llegar.
Emre y Amaranta cruzaron miradas. El ambiente se tensó por un momento. Rajan y yo nos miramos nerviosos, hasta que ambas estrecharon las manos.
"Excelente lucha la que tuvimos", dijo Emre, sonriendo.
"Por supuesto. De todos aquí, yo fui la única que te dio pelea", respondió entre risas.
"¿Su mano está bien?", preguntó Emre.
"Recibiré un mejor tratamiento después, así que no hay de qué preocuparse", dijo Amaranta.
"Todos ustedes lograron pasar a la etapa amarilla. Felicidades", dijo Rajan. Luego miró a Max y, en voz baja, añadió: "Bueno... casi todos".
"No pasa nada. Mi tiempo llegará", respondió Max, dándole una palmada en el hombro.
"¿Qué les parece si damos una vuelta mañana por la capital y nos conocemos un poco mejor?", propuso Emre.
"No sería mala idea", respondí.
"Entonces, con su permiso, nos retiramos. Nos vemos mañana", dijo Rajan antes de marcharse con los demás.
Observé a Max, pensativo, con la cabeza gacha.
"No te pongas triste, mi niño. Te obligaré a pasar a la etapa amarilla cuando todo esto termine", le dije para animarlo.
"Gracias, supongo", murmuró, alejándose un poco. Miré a Iesel y ella solo se encogió de hombros.
Las felicitaciones a Iesel continuaron durante largo rato. Recibía obsequios sin cesar y más ramos de flores, hasta que la parte trasera del salón quedó repleta. Flores por todas partes.
"Para ser sincera, prefiero dinero... pero me conformo con esto", bromeó al ver la montaña de regalos.
"Ejem... señorita Lieselotte, ¿me permitiría esta pieza?", preguntó un chico que no recordaba, ofreciéndole la mano.
Max y yo nos colocamos detrás de ella al instante, fulminando al chico con la mirada. Se puso nervioso y retrocedió.
"Lo siento, pero tengo dos bailes pendientes esta noche y luego me retiraré a descansar", dijo Iesel con cortesía. El chico se inclinó respetuosamente y se marchó.
Max y yo fingimos que no estábamos ahí. Iesel se giró lentamente y nos atravesó con la mirada.
Nos pusimos tensos, desviando la mirada.
"¿A quién le gustaría bailar conmigo primero?", preguntó extendiendo las manos.
Miré a Max e hice un gesto para que fuera él. Entendió, y justo cuando iba a tomar su mano, otra se adelantó.
"Me gustaría tomar ese honor", dijo mi padre, sorprendiéndonos.
"Por supuesto, señor Emwind", aceptó Iesel y se alejó con él.
"Tarado", le solté a Max, dándole un zape. Luego me giré hacia Viola. "¿Te gustaría bailar?", le ofrecí la mano. Ella aceptó. Miré a Max burlonamente y le saqué la lengua.
Él me devolvió una expresión de derrota mientras me alejaba hacia el centro del salón.
"Pasó mucho tiempo desde que bailamos juntos", dijo Viola feliz.
"Casi medio año", le respondí.
"¿Estarás lista para entrar a la academia el próximo año?", le pregunté.
"Tal vez. Mis padres están pensando en quedarse en la capital junto con los tuyos. Faltan pocos meses, sin contar el mes de viaje", respondió.
"¿Ya lo tenían planeado?", pregunté.
"No, pero como tus padres se quedarán hasta la graduación de Layra, los míos también lo están considerando".
"Me parece buena idea, aunque una vez que regresemos, ya no podré salir de la academia hasta el invierno", le conté, dándole una vuelta al ritmo del baile.
Después de cada graduación hay un período vacacional, como ocurrió cuando Trevor entró en su último año y regresó con Layra a Shira.
"¿Y cómo se sustentarán? ¿Volverán a ser aventureros durante ese tiempo?", pregunté, curioso.
"Creo que sí. Atheria nos ofreció una residencia en el gremio. Sería ideal si mis padres regresan al gremio como aventureros", dijo emocionada.
Nuestros padres se conocían desde hacía años, y sus relaciones terminaron en matrimonio, pero mantuvieron su amistad intacta.
Viola me observaba de forma nerviosa, ansiosa, mientras bailábamos.
"¿Sucede algo?", le pregunté al notar su expresión.
"Nada... solo que estoy ansiosa por lo que pasará con los del Este. Me preocupa que termines mal", respondió. La inquietud era evidente en su voz.
Solté un bufido divertido.
"No debes preocuparte por cosas así" le dije, calmando su miedo. "No es necesario derrotar completamente a alguien. Si logro herirlo o dejar clara mi fuerza, será suficiente para considerarlo una victoria."
"Eso espero…" murmuró, justo cuando la canción llegó a su fin con una última vuelta. Ambos nos detuvimos, ligeramente agitados.
"Fue divertido" comenté con una sonrisa genuina.
"Lo fue" me respondió, devolviéndome el gesto.
Regresamos a nuestra mesa justo cuando comenzó otra melodía, y nuestros ojos se dirigieron de inmediato hacia la pista, donde Iesel y Max bailaban ahora juntos.
"¿Crees que se llevan bien?" preguntó Viola, observándolos con atención.
"Podría ser… o tal vez se llevarán aún mejor con el tiempo" respondí sin demasiada carga, dejando la posibilidad en el aire. "A veces, uno no sabe lo que puede pasar."
Viola guardó silencio por unos segundos antes de mirarme de reojo.
"¿Y tú… qué piensas de ella?"
Su tono no fue directo, más bien parecía tantear terreno con cierta timidez. Me eché a reír, tanto que una pequeña lágrima se me escapó por la comisura del ojo.
"Lo dudo mucho" dije al fin, limpiándome la cara. "No tengo interés en nada de eso… y mucho menos por ahora."
No añadí más, aunque en mi mente se formaba el recuerdo difuso del amor que aún persistía por Belloda. Viola soltó una risa breve, sin mucha gracia, quizás sin entender del todo.
En ese momento, mamá apareció con Calafell en brazos y me la entregó con una sonrisa cómplice.
"Ya es hora de que te hagas cargo. Yo iré a bailar con tu padre" anunció, alejándose luego con papá. Parecían un par de adolescentes enamorados, riendo entre murmullos antes de lanzarse a la pista.
Mientras acomodaba a Calafell en mis brazos, eché un vistazo al resto del salón. Trevor bailaba con Ava, Sonia con Dominic, Atheria con Otto, Fredic con Nora, Sara con Valentina. En otro punto, vi a Matteo bailando con Layra.
Incluso Amaranta se movía al ritmo de la música junto a Renzo, y Emre danzaba con Volter. Rajan estaba con Aisha. Sin embargo, no vi a Andréi por ningún lado, y su ausencia me preocupó un poco. Parecía no tener pareja.
Aun así, no pude evitar sonreír ante la escena general. Tal vez no hacía falta que llegara mañana para que los vínculos empezaran a formarse.
Poco después, la música terminó, y todos comenzaron a volver a sus asientos. La comida llegó en grandes bandejas, llenando la mesa de aromas deliciosos.
"Me frustra decirlo, pero debido a nuestras posiciones, hoy debemos sentarnos en la mesa de los Discípulos" Trevor se disculpó con mamá y papá por el cambio.
"No te preocupes, hijo" le dijo mi madre, besándolo en la frente, sin que notara la marca de labial que le dejó. Luego, con una mirada cargada de sospecha bien disimulada, besó a Ava en la mejilla. Algo sabía.
Ambos se alejaron hacia su mesa, y así, entre risas, bromas y conversaciones, todos comenzamos a comer. Las voces eran animadas por todas partes, como si el tiempo decidiera detenerse solo para contemplar ese instante.
Todo era calma. Hasta que dejó de serlo.
El fuerte sonido de una copa golpeando llamó la atención de todos hacia la mesa de los Discípulos del Este.
"¿Ya comenzará?" preguntó mi madre, con cierta tensión en la voz.
"Parece que sí" respondí.
Un hombre se levantó. Su presencia imponía, su tono era firme.
"Me disculpo por interrumpir su comida y este momento familiar. Soy Altur Mondon, Discípulo del Este. Como se anunció previamente, los Discípulos tienen libertad de retar a quienes deseen."
Guardó silencio un segundo. Sus ojos recorrieron el salón, como buscando algo entre la multitud. Luego, me encontró.
"Participante Aetherius Emwind… usted captó mi atención desde el primer día. Esa atención se intensificó cuando usted y su hermano derrotaron a mis dos compañeros. Así que, joven Emwind… ¿me permitiría tener un encuentro con usted?"
Su voz era cortés, pero cargada de intención. Todos giraron hacia mí, esperando mi respuesta. Lancé una mirada hacia los padres de Iesel, sonriendo apenas, con cierto matiz oscuro.
Me puse de pie, alzando mi copa.
"Acepto su solicitud, Discípulo Altur. Estoy ansioso por nuestro encuentro. Elija el día y la hora… y ahí estaré."
Mi voz sonaba firme. Y lo estaba. El fuego en mi interior se encendía.