*AETHERIUS*
Terminando el banquete, ayudé a Iesel a llevar todos sus regalos hasta su habitación.
"Gracias por la ayuda, Therius. Tantos obsequios amontonados me causan pesar, y aún más pensar en arrastrarlos todos hasta aquí", se quejó.
Iesel caminaba tambaleante; casi se tropieza cuando se le dobló el tobillo. Había estado bebiendo junto con mi padre, pese a que todos le advertimos que no lo hiciera. Mi madre incluso la regañó al verla vaciar toda una botella por su cuenta. Sería hipócrita de mi parte juzgarla, considerando que yo también bebí, aunque lo disimulé bastante bien. Aun así, era evidente que ya estaba sintiendo los efectos.
Me sorprendía que ella no estuviera peor. No iba tropezando ni balbuceando como suelen hacerlo los borrachos.
"¿Segura que estás bien?", le pregunté al sostenerla antes de que cayera. Yo mismo, con los efectos del alcohol, apenas podía mantenerme firme.
"Lo estoy, lo estoy… solo que mi pierna perdió fuerza y casi caigo", respondió arrastrando las palabras.
"Demonios, ya te hizo efecto", le dije, regañándola suavemente.
Dejé las cajas en el suelo y la cargué en mis brazos. Los últimos obsequios los hice levitar con mi sombra, que se movía detrás de mí, cargando todo hasta llegar a su habitación.
Saqué la copia de su llave que tenía en el bolsillo.Max, Iesel y yo habíamos intercambiado llaves por precaución, abrí la puerta y entramos.
"Muy bien, ya llegamos, Iesel", le dije mientras dejaba los regalos en el suelo. Luego moví la sábana y la acosté con cuidado.
Después de una larga noche de festejo, comida y bebida, todos estábamos agotados. Mi padre, Dominic, Trevor que había regresado con nosotros, Ava e incluso Atheria, terminaron completamente ebrios. Mañana sería un día de fuertes resacas.
Le quité los tacones y la joyería. Con algo de vergüenza, también le ayudé a desvestirse un poco, retirando su estola diaconal y el pesado abrigo que llevaba debajo, dejándola con una bata ligera. Dejé las prendas en el suelo y coloqué la joyería en el mueble junto a la lámpara.
La arropé con la sábana y le susurré:
"Iesel, ya me voy. Nos vemos mañana. Buenas noches".
Me alejé lentamente, intentando no hacer ruido. Pero en ese momento, los efectos del alcohol me golpearon con fuerza y me tambaleé hasta caer al suelo.
"Hugh... juro que no vuelvo a tomar", me prometí, sintiendo cómo todo giraba. Mi visión comenzó a nublarse y oscurecerse.
Justo cuando intentaba levantarme, sentí que alguien me sujetaba del saco. Me di la vuelta: era Iesel, agarrándome con fuerza.
"No te vayas. Quédate", dijo casi llorando. "Me siento sola cuando estoy a punto de dormir… y eso me asusta".
Me giré por completo. Al hacerlo, Iesel me abrazó con fuerza por el cuello, sollozando.
"Iesel… estás ebria, debes dormir… igual que yo", dije tratando de separarme, pero su perfume me envolvió y algo dentro de mí se agitó.
No… no, no… basta, malditas hormonas. No es momento para pensamientos indecentes. Tengo a alguien en mi corazón, y siempre la tendré, me dije a mí mismo, resistiendo tanto los efectos del alcohol como el impulso físico.
Tiene trece, y yo casi triplico su edad. ¡No puedo! La aparté con suavidad, pero ella volvió a abrazarme con más fuerza, presionando su cuerpo contra el mío. Sentí mi rostro arder.
"Iesel… suéltame", le rogué. Pero no lo hizo. No me quedó otra opción.
Le hice cosquillas.
"Lo-lo siento, ya, por favor deja de hacer eso", dijo riendo. Sin darme cuenta, terminé sobre ella, presionándola contra la cama en una posición incómoda. Al notar su cara sonrojada y su ropa algo suelta, me levanté rápidamente, alejándome.
Ese movimiento brusco me mareó y volví a caer.
"Lo siento… ya me voy", dije intentando levantarme otra vez.
Iesel me observaba en silencio, aún sonrojada. Luego extendió su mano hacia mí, con una leve sonrisa.
"Solo quédate. No sucederá nada obsceno, lo juro", prometió.
"Además, ¿sabes que dentro de unos meses cumplo catorce? Seré mayor que tú por unos meses", dijo con aire presumido.
Suspiré, intentando serenarme. Después de un rato, tomé su mano extendida y me senté a su lado.
"Ya veo. ¿Y qué quieres que hagamos para celebrarlo?", le pregunté.
"Por ahora, solo me hip basta con tu compañía", respondió con hipo. Aún estaba ebria, así que no le di mucha importancia a lo que decía.
El techo de la habitación estaba tan agrietado como la disciplina de los alumnos de segundo año. Me quedé mirándolo, las manos cruzadas sobre el pecho, sintiendo el leve vaivén de su respiración a mi lado.
—¿Crees que algún día arreglen eso? —pregunté, señalando con el mentón una grieta que parecía un relámpago seco atravesando el yeso.
—¿El techo o la academia? —respondió ella, con voz ronca de cansancio.
—Ambos. Aunque creo que el techo tiene más probabilidades.
Iesel soltó una risa suave, seca. Giró apenas la cabeza hacia mí sin dejar de mirar hacia arriba.
—¿Sabes qué fue lo mejor del evento? —preguntó de repente.
—¿Cuando hiciste trizas al idiota de cuarto año con tu lanza de cristales y lo dejaste llorando? —aventuré, medio en broma.
—No. Bueno, sí. Pero no. —Se rió con un poco de orgullo y agregó—: Fue cuando gané… y vi las caras de mis padres.
—Marcus y Dorothea... —murmuré, adivinando a qué se refería.
—Exacto. Les valió una mierda todo, claro. Ni una sonrisa. Ni un gesto. Solo esas miradas frías de siempre. Pero tú viste lo que hice, ¿no?
—¿Lo del dedo?
—¡Sí! —Se carcajeó con alegría—. En plena arena. ¡Ni me importó! Me quedé de pie, me giré hacia ellos y zas... dedo de en medio bien alzado. La directora casi se desmaya.
—Y yo casi te aplaudo —dije, riendo bajito.
—Sabía que a ti sí te iba a gustar. —Hizo una pausa—. Es estúpido, ¿no? Buscar ese tipo de validación. Pero... me sentí libre por un momento.
Hubo un silencio. No incómodo. Solo... lleno de cosas no dichas. Ella estiró el brazo hacia un lado, buscando mi mano. Yo la tomé sin pensarlo mucho.
—A veces me dan ganas de irme —confesó—. Agarrar mis cosas, salir del sistema, vivir de lo que sea. Plantas, peleas callejeras, qué sé yo.
—¿Y dejarme solo aquí con todos estos imbéciles?
—Jamás te dejaría solo. —Su tono fue serio de repente.
Otro silencio. Esta vez más denso. La miré de reojo. Su perfil, su cabello medio desordenado, su expresión tranquila. Me pregunté por qué me parecía tan... necesaria.
—Oye —dijo de pronto, con una sonrisa apenas traviesa—, ¿sabes qué más me dan ganas de hacer ahora mismo?
—¿Qué?
Se giró hacia mí. Y sin aviso alguno, saltó encima, sujetándome de los brazos con una fuerza que no esperaba.
—¡Atacarte! —gritó entre risas, mientras comenzaba a hacerme cosquillas como si fuéramos niños de seis años, aunque nos hayamos conocido hace apenas medio año.
—¡Iesel, no! ¡Traición! ¡Esto es un acto hostil! ¡Rendición inmediata!
Intenté zafarme, pero sus dedos eran ágiles y veloces, hallando cada punto vulnerable con precisión. Sentí cómo la risa me escapaba sin control, y aunque intentaba defenderme, poco a poco ella iba ganando terreno, derribándome con su energía incansable.
—¡Ya basta! —jadeé, aunque mis palabras se perdían entre carcajadas—. ¡No puedo más!
Pero ella no parecía dispuesta a detenerse, y con un brillo travieso en los ojos, presionó mis costillas con más intensidad. Sentí que todo se volvía un caos de sensaciones, y a la vez, había algo extraño en ese contacto tan cercano.
De repente, frenó en seco.
Nos quedamos quietos, jadeando los dos, con las mejillas sonrojadas.
Me giré hacia ella, y vi que sus ojos estaban cerrados, como si intentara controlar algo dentro de sí.
Me quedé sin palabras.
—I-Iesel, ¿qué haces? —pregunté, atónito.
Ella abrió lentamente los ojos y se acercó, apenas un centímetro más.
Yo, entre el alcohol y la confusión, también me incliné hacia adelante.
En un segundo, sentí cómo nuestros labios se tocaron suavemente, y todo a nuestro alrededor se apagó, como si el mundo hubiera dejado de existir.
*****
*ALTEA*
"Querida, me duele la cabeza", se quejó Dorian apenas se despertó. Yo me había quedado con la niña esa noche, ya que Elowen decidió dormir con Layra, y dejé que Therius descansara un poco después de su entrenamiento con los Descendientes.
"Es muy, ¡MUY! temprano, no abras las cortinas", gritó quejándose mientras se tapaba con la sábana.
"No te quejes, es tu culpa por beber tanto anoche", lo regañé con una sonrisa.
"Buenos días, bebe", le hablé a la niña para quitarle el pañal sucio.
"No hagas eso aquí, Altea. Ya no estoy acostumbrado a esas cosas, pasó mucho tiempo", se quejó Dorian al ver a la niña sin pañal.
"Duérmete otro rato mejor, luego te reúnes con los demás en el comedor del coliseo", le dije mientras terminaba de cambiar el pañal y poco después salía de la habitación dejando a Dorian solo.
Caminé por las calles con la niña en brazos, saludando a la gente que pasaba.
"Eres una niña muy bella", le dije, pasando mi dedo por su mejilla y haciéndola reír.
Después de un rato llegué al coliseo, mostré mi pase y me dejaron entrar. Caminé por los pasillos y fui directo al cuarto de Therius.
"Espero que ese niño ya esté despierto", dije al tocar la puerta. No hubo respuesta. Volví a tocar, pero nadie salió.
Max salió de su habitación, que estaba a dos puertas de distancia, y me saludó.
"Buenos días, tía Altea", me saludó, después de que le ordené que me empezara a llamar así, tras escucharlo decir "señor" o "señora Emwind" anoche.
"Buenos días, Max. ¿No está este niño?", pregunté.
"Therius suele despertarse más temprano que cualquiera, así que debe estar en la sala de entrenamiento", contestó.
"¿Puedes abrir?", le pregunté.
"Sí, deme un segundo", dijo y regresó a su habitación a sacar una llave. "Therius me entregó una copia de su llave y yo de la mía, en caso de que necesitemos buscar algo del otro si uno no puede. Incluso Iesel nos otorgó esa copia", me explicó mientras me mostraba una segunda llave.
"¿Tampoco se ha despertado? Debe ser por la resaca, la encontré bebiéndose una botella completa anoche", me quejé al recordarla.
En ese momento llegaron Sonia y Viola con las demás chicas que no habían bebido, y Max finalmente abrió la puerta.
"Therius, si aún estás dormido, vamos a entrar. Espero que estés vestido o algo", anuncié, entrando.
No había nadie dentro.
"La cama está muy arreglada, no creo que haya estado durmiendo aquí", comentó Sonia.
"Si no está aquí, ¿se habrá quedado toda la noche en la sala de entrenamiento?", me sentí confundida.
"Tal vez. Por ahora, pasemos y esperemos. Tiene espacio suficiente para todos", dije y todos entraron menos Max, que regresó a su habitación a darse una ducha.
Mientras esperábamos, empezamos a recordar lo divertido que fue anoche. Max regresó, duchado, y se unió a la conversación.
"Ya se tardó mucho. ¿Deberíamos ir a buscarlo?", preguntó Max.
"Tal vez deberíamos hacerlo. Capaz se quedó dormido mientras meditaba", dijo Layra, que apenas había llegado con Elowen a su lado.
"Bueno, vamos entonces", dije, y salimos caminando hacia la habitación de Iesel, que quedaba al lado, en dirección a la sala de entrenamiento.
De repente, un grito ensordecedor salió de la habitación de Iesel.
Todos nos asustamos, y Max empezó a golpear la puerta.
"Iesel, ¿qué sucedió?", preguntó, sin obtener respuesta.
"Max, la llave, ábrela", le ordené. Sacó sus llaves y abrió rápido la puerta.
Lo que vi me dejó perpleja; jamás imaginé presenciar esa escena, al menos no todavía.
Viola y Sara entraron detrás de mí y se detuvieron en seco al ver lo mismo.
"¡AETHERIUS EMWIND! ¿¡Qué demonios has hecho!?", grité enojada, sorprendiendo a la bebé en mis brazos.
Viola salió corriendo y Layra la siguió. Iesel estaba con una bata holgada para dormir, y Therius sentado en el suelo, sin camisa.
"Mamá, no es lo que parece, lo juro", gritó Therius mirándome.
"Altea, dame a la niña", ordenó Sonia, y se la entregué con cuidado.
Cuando me acerqué para reprender a Therius, vi sangre en la sábana, lo que aumentó mi enojo.
Ambos me miraron asustados.
"¡Pequeño demonio! Ninguno de los dos tiene la edad para ese tipo de cosas", les grité y le di una palmada fuerte a Therius en la espalda, haciéndolo gritar de dolor y retorcerse.
Max se tapaba la boca con una mano y sostenía los ojos de Elowen con la otra.
"¡Iesel, al baño ahora!", le ordené y ella salió corriendo envuelta en una sábana.
"Mamá, en serio, no es lo que parece", insistió Therius.
"¿Entonces qué parece?", pregunté furiosa.
Intentó decir algo, pero no salieron palabras.
"Levántate sobre tus brazos boca abajo y piensa en la estupidez que hiciste", lo castigué. Él obedeció de inmediato.
Recogí las sábanas manchadas y las arrojé al suelo. Miré toda la ropa de Iesel tirada por ahí.
"Mam...", intentó hablar Therius, pero lo fulminé con la mirada y calló.
"Iesel, voy a entrar. Abre", le dije, y la puerta del baño se abrió lentamente.
Ella asomó la cabeza, luego la volvió a esconder, asustada.
"Abre", insistí, irritada, "abre".
Finalmente dejó pasar y entré.
La miré y ella me miró asustada.
"Señora Emwind, en serio no pasó nada", me dijo con voz chillona.
****
Después de revisarla solté un suspiro de alivio.
"Espero que esto siga así mucho tiempo. Dime, ¿de dónde vino esa sangre?", le pregunté ahora más tranquila.
"No lo sé, cuando desperté ya estaba así", contestó.
"Iesel, ¿es la primera vez que te pasa esto?", quise corroborar algo y ella asintió.
Solté otro suspiro y volví a preguntar.
"Iesel, ¿ocurrió algo?", la miré con atención.
"N-no lo sé, no lo recuerdo, no recuerdo nada de anoche", dijo con miedo.
"Date un baño y después regreso con ropa limpia", le dije, saliendo del baño para dejarla sola.
Miré a Therius, aún en la posición en la que lo había dejado, y me acerqué a Sonia.
"Ustedes váyanse, ya los alcanzo después. Sonia, hazme un favor y tráeme algo", le pedí, y los demás solo asintieron y se fueron.
"Aetherius Emwind, piensa bien en lo que vas a explicarme sobre lo que pasó anoche en esta habitación", le ordené y él asintió.
Dejé de escuchar la regadera, así que me levanté de la cama, busqué en la ropa de Iesel un cambio limpio y se lo entregué.
"Solo espera un poco más, no te cambies", le susurré para que Therius no escuchara, y luego regresé con él.
En eso llegó Atheria por pedido de Sonia y me entregó lo que le pedí.
"Iesel, ábreme, voy a pasar", le dije y ella me dejó entrar.
Después de unos minutos salí con Iesel detrás de mí, aún avergonzada.
"Siéntate en la cama, escucharemos lo que este niño tiene que decir", dije y ambos me hicieron caso, incluso Atheria tuvo que salir.
"Ahora explícate", le dije a Therius, y comenzó a contar.
"Entonces, mientras hablábamos, Iesel vomitó sobre mi camisa y tuve que quitármela. La remojé en agua caliente para limpiar el vómito e intenté irme, pero Iesel me agarró del cuello y me estranguló a cambio de que no me fuera. Luego no sé qué pasó después, solo recuerdo que nos quedamos dormidos. Juro que no hubo toqueteo ni ningún tipo de acercamiento", terminó su explicación mientras Iesel se sonrojaba completamente de vergüenza.
Me costaba creerle, pero sabía muy bien que mi hijo no era del tipo de chico que haría algo así contra alguien indefenso.
"Puedes dejar de estar de cabeza", le dije quitándole el castigo, y cayó hacia adelante con fuerza.
"Por eso te dije una y mil veces que no bebieras, niña", regañé a Iesel, y ella solo mantenía la cabeza baja.
"Mamá, sé lo que sucedió, por eso intenté explicártelo", me dijo.
"¿Saber qué cosa?", pregunté.
"La etapa en la que una niña se vuelve una señorita", contestó con tranquilidad.
En ese momento la puerta sonó.
"A-Altea, ¿está todo bien?", escuché la voz temblorosa de Dorian al otro lado.
"Sí, todo está bien aquí", respondí mientras miraba a Therius con ojos firmes, y él solo me miraba nervioso.
"Espero que así sea y así se mantenga", dije como advertencia, y ellos asintieron con fuerza.
Salí de la habitación, asustando a Dorian que escuchaba desde el otro lado, junto con Atheria y Max.
"No hay nada que ver aquí, vámonos", les dije y me alejé buscando a Sonia con la niña.