En contraste, Lowell estaba mucho más incómodo. Sin embargo, tenía suficiente tacto como para no decir nada al respecto. Aun así, vio cómo parecían más receptivos con Hoye y sabía que sería un factor.
Más fácil decirlo que hacerlo. Lowell mismo tenía dos esposas en casa y algunas prostitutas fuera de ella.
—Estamos aquí para comprar algunos materiales aislantes de ustedes —dijo Hoye, y Lowell gruñó en señal de acuerdo—. Su equipo en Ferrol y el Señor Jonathan nos recomendaron ir directamente a ustedes.
Silvia asintió con la cabeza.
—Bueno, no están equivocados —dijo—. En nuestro caso, los tenemos disponibles en nuestra Tienda Alterra.
—¿Tienda Alterra? —preguntó Lowell—. ¿Así que es una tienda que vende estas cosas?
—Correcto —ella hizo una pausa—, entre muchas otras.
—Esperamos que puedan llevarnos a esta tienda. También oí que tienen límites de compra. Mi solicitud es anular esto por ahora. Muchas vidas están en juego.