Al final, Xiang Liu no le hizo nada. Solo podía mirarla con insatisfacción. De hecho, si no hubiera luchado con ella y en lugar de eso hablara con ella, no habría tenido tal iluminación ni experimentado un avance en su cultivo después de cientos de años de estar estancado en el mismo nivel.
—Muchas gracias —dijo torpemente.
Shenlian Yingyue sonrió débilmente.
—Si necesitas mi ayuda, haré todo lo posible para asistirte —dijo Xiang Liu, sin querer deberle a nadie una deuda de bondad.
—Justo ahora tengo una petición que requiere tu ayuda —declaró Shenlian Yingyue, su mirada incisiva y seria, sin rastro alguno de humor en su tono.
Xiang Liu sintió la gravedad de la situación, así que dejó de bromear y esperó sus próximas palabras.
—Quiero que vayas a la Isla Sagrada e investigues algo relacionado con una persona —dijo. Tomó su silencio como un acuerdo para ayudar, así que procedió a expresar su propósito.