—Los dos concubinos masculinos observaron discretamente a ella desde sus sombras, sus anchos hombros temblaban como si lucharan por contener algo dentro —tal vez un miedo a la retribución de Shen Xian, o algo más profundo que superaba la mera aprensión.
—Sin previo aviso, Shen Xian barrió su manga en un gran gesto, despejando la habitación de sus ocupantes. Su ira hervía bajo la superficie, sin embargo, su expresión sostenía una máscara impenetrable. Sus ojos grises como el invierno reflejaban una oscuridad, y su sonrisa llevaba el peso de una presión no pronunciada.
—La mayoría lo habría perdido, pero aquellos lo suficientemente astutos para sentir la atmósfera cambiante sabrían que incluso el estoico emperador, conocido por su comportamiento implacable, podía alterarse —todo por el bien de una mujer cuyos orígenes permanecían en misterio.