Shen Anshuang era plenamente consciente de la situación. ¿Quién sería lo suficientemente tonto para reunir estos tesoros aparentemente aleatorios encontrados en una zona tan sospechosa? Incluso las mentes menos perspicaces podrían sentir la trampa que se les había tendido delante.
Sin embargo, ella también reconocía que para algunos, el atractivo de estas riquezas era suficiente para impulsarlos a arriesgar sus vidas en busca de una existencia más próspera. Incluso con la comprensión de un peligro potencial, un número de individuos todavía aprovecharía la oportunidad para adquirirlos.
Aun así, no podía sacudirse el pensamiento de por qué estas personas parecían tan impasibles. ¿Había malinterpretado sus circunstancias, asumiendo que eran pobres?
Observar a Shenlian Yingyue y a sus compañeros vestidos con atuendos simples la hizo cuestionar sus supuestos iniciales. No llevaban ornamentos extravagantes ni adornos costosos.