—No. No. No. Esto no era verdad. —Natanael, que había sido apartado, sintió su corazón dolerle terriblemente como si alguien le estuviera apuñalando directamente en el pecho y se volvió para mirar hacia donde estaba Elliana—. No hay manera de que esto sucediera. —Miró todo con incredulidad.
—Vio cómo sus piernas sangraban junto con sus manos mientras intentaba levantarse. Era casi como si el dolor estuviera adormecido y no le importara nada más, ningún dolor en el mundo.
—Elliana se levantó a pesar de su encadenamiento magna, las cuerdas que antes la habían estado deteniendo ahora asfixiaban a Natanael mientras se enrollaban alrededor de su garganta. —Él cayó de rodillas, su mano rodeando su garganta mientras luchaba mientras Elliana daba cada paso.
—¡Hijo! —El Rey Eros se apresuró hacia su hijo mientras le ayudaba a quitar el encadenamiento magna sobre Elliana. —Nadie se atrevía a hacer un sonido.