Tormenta

—Sebastián tragó un sorbo de agua completamente asombrado ya que no esperaba que la chica pequeña realmente lo golpeara, y con ese tipo de fuerza.

—Listo para tomar venganza porque mojarse de esa manera sin duda le irritaba, nadó rápidamente hacia la superficie antes de mirar frenéticamente a su alrededor.

—Sin embargo, la chica no estaba allí.

—Frunció el ceño y nadó hacia el borde.

—¿Dónde se fue?

—¡Señorita Elliana! —gritó Sebastián cuando miró dentro de la cueva y tampoco la encontró allí.

—¿Dónde podría haber ido? —se preguntó.

—Espera. Dijo que no podía hacer nada de magia, pero pudo encender ese fuego perfectamente. ¿Cuáles eran las posibilidades de que se hubiera teletransportado? —gruñó Sebastián de ira, pensando que en efecto había sido engañado por esa bruja.

—Elliana, pequeña bruja astuta. Solo espera y verás lo que te haré cuando nos encontremos de nuevo. —pensó Sebastián.