Mo Qiang podía sentir su cuerpo dolorido de una manera diferente. Intentó zafarse de la herramienta en la que estaba atrapada. Sin embargo, cuanto más se movía, más la orilla de la plataforma rozaba contra su centro, haciéndola estremecerse.
Intentó dar sentido a este repentino sueño cuando escuchó una voz familiar,
—Si fuera tú, dejaría de moverme, si continúas moviéndote solo te dolerá aún más.
Al escuchar sus palabras, Mo Qiang giró levemente la cabeza hacia la izquierda. Echó un vistazo a Xie Jie, que ahora vestía una camisa de cuello de tortuga ajustada con pantalones de cuero que tenían tirantes. Llevaba guantes negros y brillantes en las manos, con una máscara en su rostro.
Aunque no se quitó esa maldita máscara de la cara, esa voz grave, uniforme y pulida era suficiente pista.