Mientras tanto...
Ivy se detuvo en la entrada de su departamento, frunciendo el ceño mientras observaba su entorno con atención. Una repentina ola de nerviosismo se apoderó de su corazón, lo que la llevó a acercar su mano más a su pecho.
—¿Alguien ha estado aquí? —se preguntó, sintiendo que algo no estaba bien.
Ivy dio un paso cauteloso hacia atrás, conteniendo la respiración nerviosamente. Vivir sola durante un período prolongado había agudizado su instinto a estar alerta siempre que alguien entraba en su habitación o casa en su ausencia. Temerosa de que un intruso acechara dentro de su propio santuario, Ivy salió de puntillas, exhalando un profundo suspiro de alivio en cuanto traspasó su puerta.