Susurros suaves, casi imperceptibles acariciaban los oídos de Hera mientras estaba sentada en la habitación tranquila, observando a Leo en la cama. Sus dedos se flexionaban, un ejercicio rítmico de abrir y cerrar la mano.
—¿Te duele? —preguntó ella, rompiendo el silencio, ganándose una mirada de reojo de él.
Una breve sonrisa se dibujó en sus labios. —Solo un poco.
—¿Todavía haces terapia? —ella preguntó.
—No más —respondió él, volviendo su atención a su mano—. Ahora es reposo en cama.
—Oh —Hera asintió, un pequeño 'o' formándose en sus labios—. Olvidé.
—Está bien —él aseguró, su enfoque regresando a su mano—. Me recuperaré pronto.
—Creo que lo harás —Una sutil y hermosa sonrisa adornó su rostro—. Bueno, es tarde. Debería volver antes de que Frank regrese. Solo tiene un poco de tiempo para pasar conmigo, y quiero aprovecharlo al máximo.
—Ah... —Leo sonrió y asintió antes de que la curiosidad lo superara—. ¿Por qué?