¡Bien, bien!

—Así que por favor, Leo —dijo ella—. No deberías estar aquí. No te pongas en más peligro. Ya estoy pensando en maneras de sacarte de aquí. Solo mantente fuera de problemas hasta entonces.

Leo se quedó quieto mientras procesaba todo lo que ella había dicho, con sus ojos clavados en Hera todo el tiempo. Cuanto más la escuchaba, su valiente fachada se resquebrajaba lentamente, mientras la ternura en su interior asomaba. Después de ser secuestrado del hospital, Leo tuvo que adaptarse al entorno despiadado y violento del inframundo.

Aunque no había presenciado ningún tipo de violencia en la mansión, había oído muchas cosas absurdas alrededor. Creía todas ellas porque no era imposible que la gente de aquí le quitara la vida a otro. Por lo tanto, tuvo que endurecerse para sobrevivir en este lugar. Pero después de escuchar todo lo que ella dijo, no pudo evitar acoger esas palabras en su corazón.