Hera y Leo se miraron en silencio, como si hacer algún ruido después de todo lo que ella había dicho estuviera prohibido. Tras un momento, él apartó la mirada y la bajó, sus cejas se alzaron mientras forzaba una risita que solo sonaba como un exhalar profundo.
—Eres rara —comentó—. Hablas de ti como si fueras otra persona.
Quería confesar, 'Porque lo soy', pero se mordió la lengua para detenerse. Hera respiró profundo y apartó la mirada.
—El pastel está insípido —comentó, riéndose entre dientes—. Si necesitas más ingredientes, le diré al jefe de cocina que te traiga algunos.
—No tienes que hacer eso.
—Entonces si necesitas algo más, solo dímelo —Hera volvió a posar sus ojos en él—. Cualquier cosa, solo dímelo. Haré lo mejor que pueda para conseguírtelos ya que esa es la única manera de compensarte.
Leo abrió la boca para negarse, pero al final, simplemente sonrió.
—Entonces voy a aceptar tu oferta.
—No me importa.