No quería arriesgarme

Carnero era una de las personas en las cuales Hera había depositado su esperanza. Dada su situación, sus opciones eran limitadas. Puesto que no había tenido noticias de Deborah, quería creer que su plan estaba en marcha. Pero, desafortunadamente, todas las esperanzas se fueron por el desagüe en un minuto.

Qué tonto, pensó.

—Hera, este es tu tío, Carnero —Dragón estaba entre Hera y Carnero, presentándolos—. Él ya sabía sobre tu condición y lo que ocurrió. Así que, está bien.

—Hera —los ojos de Carnero se suavizaron mientras alcanzaba su mano, mirándola con una sonrisa afectuosa—. Realmente estás aquí —susurró, alivio evidente en sus ojos—. No puedo creer esto.

Hera observó el par de ojos afectuosos que reflejaban su rostro. Sus labios formaban una delgada línea. Ella nunca había conocido a este hombre en su vida, pero muchas de las memorias en su mente lo reconocían.