Después de lo que pareció una eternidad, Moose finalmente salió del convoy. Cielo estaba esperando fuera, apoyada en el SUV esta vez.
—¿Está bien ahora? —preguntó ella, girando la cabeza hacia Moose.
—Bueno —Moose miró hacia atrás, viendo a Primo mirándolo fijamente—. Está bien. Menos mal que la bala no se movió demasiado.
—Mejor —Cielo se alejó del vehículo, caminando hacia la puerta abierta de la que Moose había salido. Ella miró adentro. Primo tenía vendajes en todo el cuerpo, los pantalones cortados y la pierna envuelta en un vendaje. Pero lo que captó su atención fue la bolsa de sangre colgada de una manija conectada a su brazo.
—Parece estar mejor que hace un momento —comentó satisfecha—. Buen trabajo.
—Menos mal que siempre traigo una bolsa de sangre de repuesto —comentó Moose—. Y es suerte que tengamos el mismo tipo de sangre. De lo contrario, hubiera sido problemático.
—Claro —Cielo asintió, aún enfocada en Primo—. ¿Estás bien?