No puedo

—Pronto habrá una guerra sangrienta, y conociendo a Dimitri, tú serás la primera persona a la que matará. Si vamos a escapar, esta noche es la única oportunidad —dijo él.

Hera contuvo la respiración, incapaz de discernir el extraño sentimiento en su corazón. Cada día, cada segundo que pasaba en esta mansión, su esperanza de escapar se desvanecía. A veces, incluso consideraba que se volvía más tonta que inteligente por aferrarse al hilo de esperanza de salir de este aprieto.

Aunque llegó en el momento que no esperaba, alguien estaba extendiendo sus manos. Deborah podría parecer alguien que acaba de volver de entre los muertos, pero esta era la única vez que había visto ese fuego en sus ojos. Era como si Deborah estuviera segura de que escaparían.

Pero por qué... ¿por qué dudaba Hera?

—No... no puedo —susurró ella, soltando las manos de Deborah—. No puedo, Deb.