—¿Qué dijiste? —Leo jadeó débilmente, mirando a Hera mientras comían en el pequeño comedor de la casa de huéspedes—. ¿Vamos a hacer... qué?
—Vamos a dejar este lugar —reiteró Hera, esta vez con un tono más firme y tranquilo—. No hay un momento o fecha específicos, pero es mejor estar preparados en cualquier momento.
Leo miró hacia abajo, tratando de procesar todo lo que ella acababa de compartir sin previo aviso. Hera no le había dado ninguna advertencia ni preaviso sobre nada; era un poco abrumador.
—Espera... —él exhaló, volviendo a concentrarse en ella—. ¿Podemos tomarnos un momento y discutir esto adecuadamente? Hace poco estábamos considerando quedarnos aquí por un tiempo. ¿Y ahora estás sugiriendo que podemos escapar? ¿Cómo? ¿Qué pasó? ¿Qué está pasando?
Hera tomó una respiración profunda, evaluando la confusión en su rostro. Ella deseaba que él comprendiera sin preguntas, pero si estuviera en su lugar, se sentiría igual de perdido.