Mi corazón nunca será tuyo

—Gracias por todo. Realmente aprecio tu ayuda. Ahora puedo irme con una sonisar en el rostro.

Hera permaneció inmóvil en su lugar, observando cómo Leo desafiaba sin miedo a Dragón. La acción de Leo no solo la dejó sin palabras a ella, sino a todos los presentes. No sería una exageración decir que incluso se sintieron aterrorizados por él. Dragón podría estar tan calmado como un lago, pero todos ellos sabían exactamente de lo que era capaz.

Algunos pensaban que Leo era valientemente tonto, pero al mismo tiempo, lo encontraron… asombrosamente increíble por poder mantener la calma después de eso.

«Leo...», pensó Hera, mirando la espalda de Leo mientras el hombre se alejaba. «Realmente eres un tonto... pero creo que soy más tonta que tú.»

Sus hombros tensos se relajaron mientras su rostro se suavizaba. Su puño apretado se aflojó lentamente y la comisura de su boca se curvó en una sutil sonrisa.