¿Quién eres?

—No quiero maldecir, pero joder, siento que debería lavarme los ojos con lejía. Esta vergüenza ajena me está matando. Esto es la peor tortura que hay.

Una de las cosas de las que Dragón se enorgullecía era su excelente memoria. Recordaba hasta el más mínimo detalle, y esta habilidad suya lo había salvado incontables veces desde su tiempo en los Segadores hasta el presente. En otras palabras, en el momento en que vio aquel par de ojos a través del espejo retrovisor, supo exactamente quién era esta mujer.

La había visto antes y, para ser honesto, aquel par de ojos ardientes lo había cautivado la primera vez que los vio. Si no fuera por Hera, Dragón habría invertido su energía y tiempo en conocer a esta mujer imponente, que saltó sin temor de la azotea al helicóptero solo para enfrentarlo.