—¡Mierda! —Dragón jadeaba por aire después de desahogar su ira en el volante. Intentó tomar el control del coche pero fue inútil. Su vehículo se conducía por sí mismo. Considerando que Joker estaba detrás de eso, Dragón sabía que era imposible tomar el control sobre algo que él ya tenía completamente dominado.
—Joker de mierda —exhaló, echando un vistazo al espejo retrovisor cuando oyó una risita.
Hera aún sostenía su estómago, apoyada contra la puerta del asiento trasero. Sus labios estaban curvados hacia arriba, sus ojos centelleaban con burla.
—No vas a escaparte, Dragón —se burló—. Los conoces mejor que nadie. Una vez que fijan sus ojos en algo o alguien, ni siquiera un milagro será suficiente para detenerlos.
Dragón apretó los dientes, apartando la mirada del espejo retrovisor.
—Dragón... —Hera gruñó mientras se arrastraba hacia arriba—. Deberías detenerte. No hay lugar en este mundo donde no te encuentren.
—¡Cállate!
—Incluso en el infierno, te seguirían.