La neblina de oscuridad se desvaneció lentamente y, con un gruñido silencioso y un dolor palpitante en la sien, Garron recuperó la conciencia.
A medida que su consciencia aumentaba, el recuerdo de la silueta en las sombras regresó de inmediato. Sus músculos se tensaron, sus instintos se agudizaron; esa sed de sangre familiar pero rara se instaló en él, como un cálido abrazo, uno del que prefería no disfrutar demasiado.
Pero había veces... veces como ésta.
Garron podía olerlo. El hedor de la magia oscura era pesado en el aire. Más potente de lo que había sido cuando solo era el desfiladero en el suelo con el miasma oscuro girando sobre él.
Sus ojos se abrieron de golpe y Garron se lanzó hacia adelante. No llegó muy lejos, detenido por un dolor agudo alrededor de su cuello, y luego una fuerza lo jaló hacia atrás, haciendo que su espalda chocara violentamente contra un árbol.