—Esto es... —murmuró Garron para sí mismo, asombrado, con la nariz enterrada en un gran tomo desgastado. Pasó una página, negó con la cabeza y luego retrocedió a la página anterior, antes de dejar el tomo a un lado y garabatear rápidamente en su cuaderno. Había cambiado el pergamino por él hace un tiempo, aparentemente necesitando más espacio para tomar notas.
Los ojos de Menarx se abrieron. Todavía estaban en el bosque, se dio cuenta. Pero un momento antes, no le había parecido así. No era la primera vez que su mente divagaba... hacia otro lugar, con una compañía distinta, una que ahora solo podía revivir en recuerdos.
Dentro de su mente había un abismo de oscuridad arremolinada, y su corazón parecía haber creado una escapatoria, un espacio seguro donde a menudo se perdía, en cualquier momento de silencio.