Mientras el susurro apenas perceptible de pánico de Seren escapaba de sus labios, Drayce presionó su dedo suavemente contra ellos, negando con la cabeza sutilmente y señalando que guardara silencio.
La confusión brilló en los ojos de Seren, pero se sometió a la súplica silenciosa de Drayce, encontrando consuelo al abrazarlo. En su presencia, no tenía nada que temer.
—Está bien —susurró él con tono tranquilizador.
Justo entonces, Marie llegó allí con un vaso de agua. Nadie había oído el grito de pánico de Seren porque la puerta de esa cámara estaba cerrada. Solo los agudos sentidos de Drayce, que siempre seguían a su esposa, la oyeron.
—Déjame llevarte de vuelta a la habitación —murmuró Drayce, guiando a Seren a su cámara. Manteniéndola cerca un momento más, dijo:
—Regresaré pronto. Hay asuntos que atender, pero sabe que estaré a tu lado en breve.
—Ya estoy bien. No te preocupes —respondió Seren, su voz firme con determinación.