—¿Te dolió mucho? —preguntó Drayce, con voz suave y gentil, en contraste con su tono exigente de la noche anterior.
—Un poco —respondió ella, avergonzada.
Sus manos, que habían estado descansando alrededor de su estómago, comenzaron a trazar las curvas de su cuerpo, sus yemas tocando suavemente su delicada piel.
—¿Fui cruel al exigirte que me miraras, incluso aunque estuvieras sufriendo? —preguntó de nuevo, su voz todavía suave pero teñida de culpa.
Seren sabía que Drayce siempre había puesto sus necesidades y deseos antes que los suyos propios, cuidándola como una flor delicada, protegiéndola incluso del más mínimo daño. Por primera vez, había sido voluntarioso con ella, tomando lo que deseaba, lo que debió hacerle lamentar sus acciones.
—Entiendo por qué lo hiciste. No necesitas sentirte mal por nada. Me encantó verte así, las emociones que nunca había visto antes en tu rostro. Eran preciosas —negó ella con la cabeza.