Manantial de Agua Caliente

La mañana siguiente, Seren se removió en su sueño, sus dedos acariciando su cabello y tocando su cuero cabelludo. Una sonrisa ligera se formó en sus labios mientras abría los ojos para ver un par de ojos rojos observándola de vuelta.

—Buenos días, mi reina —dijo Drayce, sus ojos recorriendo su bello rostro.

Ella sonrió a cambio. —Buenos días, esposo.

Drayce levantó una ceja, sorprendido por el nuevo título.

—Ahora somos verdaderamente esposo y esposa —dijo ella, su voz ligeramente ronca—. Nada nos separa ahora, ni siquiera esa maldición, aunque no estoy segura si todavía está ahí o si se ha levantado.

—Tienes razón. Nada puede separarnos ahora —respondió él, sus dedos acariciando suavemente sus delicadas mejillas, su mirada explorando cada pulgada de su rostro.

—¿Qué pasa? —preguntó ella.

—Eres verdaderamente hermosa —dijo él suavemente—. Brillas aún más en la luz del sol.

—¿Realmente me encuentras hermosa? —preguntó ella de nuevo.