Seren golpeó la puerta y la abrió suavemente, solo para ver a una mujer con largo cabello castaño dorado sentada en la cama, de espaldas a la puerta donde Seren estaba parada. Parecía estar cultivando sus poderes, ya que no reaccionó a la presencia de Seren.
Seren se quedó allí en silencio, observando la vista de aquellos largos y hermosos mechones que brillaban como delicada seda, dándose cuenta de que se parecían a su propio cabello—una prueba contundente de que esta mujer era en efecto su madre.
—¿Lucirá mi cabello tan hermoso para los demás como el de ella? —se preguntó Seren, cautivada por la vista. —No es de extrañar que a Dray también le encante jugar con mi cabello. Tan hermosos deben parecer, justo como los de mi madre.
No pudo evitar sentir el impulso de tocarlo. Sus pies se movieron por su cuenta mientras se acercaba más, extendiendo la mano para tocar aquellos sedosos mechones.