En las secuelas de la altercación, la ciudad de Vorandis estaba inquietantemente silenciosa. La multitud seguía zumbando con susurros bajos sobre la confrontación entre Mira, Norrick y Alden. Incluso cuando los espectadores se dispersaron, el ambiente seguía siendo tenso.
De vuelta en la mansión, María no podía evitar traer a colación la confrontación. —Mira, ¿por qué dejaste que ese bastardo se fuera tan fácilmente? —preguntó María, la preocupación evidente en sus ojos.
Mira, que había estado calmadamente bebiendo té que Lina había servido, miró a María. Dejó su taza y sonrió con suficiencia —¿Qué te hace pensar que lo dejé ir?
Al ver la confusión en los ojos de María, Mira suspiró. —Norrick es un pez pequeño, un simple peón. Matarlo ahí mismo no serviría de nada más que para crearnos más problemas.
—Pero