Tras el dramático giro de los acontecimientos, un silencio inquietante envolvió la ciudad. La enorme bestia serpiente yacía muerta en las afueras de la ciudad, su ojo sin vida mirando fijamente hacia el cielo. Una gran parte del distrito estaba arruinada, mostrando las cicatrices de la furia de la bestia.
Aunque la bestia solo había llegado por unos momentos y ni siquiera tuvo la oportunidad de atacar, la cantidad de destrucción que causó fue inmensa.
Alden enfundó su espada, su cuerpo cubierto de sudor y sangre. Su mirada cayó sobre la bestia serpiente sin vida, luego se desplazó hacia donde Norrick había hecho su última resistencia. Un profundo suspiro escapó de sus labios al reconocer el sacrificio que su subordinado y equipo habían hecho.
Sin embargo, no pudo evitar pensar que toda esta situación era extraña ahora que lo pensaba.
En primer lugar, nunca ordenó a Norrick cazar bestias. En segundo lugar, el hombre no escuchó incluso cuando le dijo que parara.