—...¿Mira? —se aventuró ella, su voz apenas más alta que un susurro.
No hubo respuesta. La mirada de Mira seguía fija en el vacío, su cuerpo rígido.
—¡Mira! —exclamó Rhydian, más fuerte esta vez, su mano alcanzando para agarrar el hombro de Mira.
La cabeza de Mira giró bruscamente al tacto, sus ojos salvajes y desenfocados. La conexión entre ellas chispeó, y por un momento, Rhydian se sumergió en una inundación de emoción cruda: furia, confusión y algo más profundo, algo que llegaba al núcleo del ser de Mira, pero no podía descifrar qué era.
Le tomó todo el poder de Rhydian no retroceder. Apretó su agarre, afianzándose y afianzando a Mira con su presencia.
—Bestia... se ha ido —dijo firmemente, su voz tan suave como pudo hacerla.
Mira parpadeó, sus ojos finalmente enfocando a Rhydian. Había estado tan consumida con emociones que ni siquiera sabía que tenía que había bloqueado todo lo demás. Sin embargo, no dijo una palabra incluso después de que Rhydian la despertara.